sábado

sabado de tarde...

...preparando una ensalada de espinacas con tomates cherry y pimientos de los cuatro colores, partiendo baguette y poniendo mi mesa...
tengo visitas. colegas unos y otras anexas. uno de ellos traerá
cinco quesos franceses, de esos que huelen fuerte y llenan los paladares...
están casi azules!!! yo ya estoy con la boca hecha agua,
manos a la obra para un sábado de vino tinto, pan y queso.
muy francés, pero escuchando a la dama,

"comer, coger, comer, beber, coger y ser amados...
debieran ser delitos castigados...
somos víctimas, del pecado, del pecado neoliberal..."

damas y caballeros conmigo: Liliana Felipe.

miércoles

no te confundas...

soy estufa y horno que cocina,
el comal que calienta mis tortillas,
soy el metate de los chiles,
el molcajete de mis salsas,
soy la tablita para picar,
el delantal que me pongo
y tu me quitas,
soy la comida que cocino
y tu te comes,
soy menú de tres tiempos.
soy quien lava, pica, parte, pela,
soy quien muele, corta, desvena
soy cuchillo...
soy quien sazona, añade, combina
soy quien menea, bate, licúa, revuelve
soy cuchara...
soy olla express y de cocimiento lento,
soy leña de fogón.
soy carbón de anafre.
no te confundas,
no soy tu media naranja,
ni la sal de tu pimienta,
ni el vinagre de tu aceite,
ni la mantequilla de tu pan,
ni el dulce de tu postre,
ni la copa de tu vino,
ni el tenedor de tu cuchillo,
ni la receta de tu madre.
soy la mesa en la que comes
y su mantel.
soy quien mata el pollo para tu mole
quien escoge sus chiles y sus especies,
soy su ajonjolí.
soy quien pesca tu pescado
quien escoge sus finas hierbas.
soy yo quien tiene el mango del sartén,
soy hornilla.
soy fuego que cocina,
soy agua que hierve,
soy los dedos que te chupas,
soy recetario abierto y
soy además el sazón que te penetra.
soy el plato del día y
soy también la recomendación del chef.

jueves

de cocina a cocina...

Todo empezó en una cocina y terminó en otra.

Nos vimos por primera vez en la mía. Yo había invitado a varios amigos a degustar un mole oaxaqueño que estaba para prender unos cohetes. Había casi quince personas en mi casa y la verdad que poca atención le preste ese día. Él llegó como invitado de un invitado mío y además de verle sudar por el chile del mole, no mantengo otra imagen de él en mi recuerdo de esa noche.

Unas semanas después el invitado que lo llevó a mi casa me invitó a mí a cocinar algo en su casa. Entonces él volvió a aparecer. Yo estaba en la cocina. Llegó a meter un par de botellas de vino blanco al refrigerador, de paso saludó y me recordó cómo se había enchilado con ese mole que había comido en mi cocina. Y entonces se quedó mientras me hablaba de su trabajo. Era fotógrafo.

Me seguía con la mirada, observaba mis movimientos como si estuviera buscando un ángulo desde su cámara, como si me estuviera viendo a través de un lente. Me hablaba y yo de espaldas a él, frente a la estufa sentía como me veía, yo picando el ajo, yo pelando la cebolla roja, yo partiendo los champiñones, yo preparando una pasta a la crema con salmón, yo cortando el pan, yo dejando lista una ensalada de tres distintas lechugas con aceitunas, tomates deshidratados y queso feta.

Él y yo solos en la cocina invadidos con los olores, a ajo, a cebolla, a salmón, a vinagreta, a perejil fresco. Invadidos por el olor al chocolate del pastel que se horneaba en ese momento.

Hablamos hasta que logré terminar y quitarme de encima el delantal que llevaba. Me miro de pies a cabeza, se detuvo en el culo y después me miró directo a los ojos.

Nos sentamos uno al lado del otro. La cena fue relajada. Éramos ocho personas.    Comimos, bebimos, hablamos, nos reímos mucho, nos comimos el pastel de chocolate que estaba buenísimo después de los porritos, en fin una cena entre amigos.

Al despedirnos la invitación la hizo él, “el próximo viernes te puedo invitar a cenar a mi casa pero no soy buen cocinero”. Entonces acepté la invitación con la condición de que yo cocinaría: “¿te gustan los mariscos?”. Vino blanco entonces.

Por supuesto que el tipo me gustó, ¿Cuál otra razón se esconde detrás de una mujer que se ofrece a ir a cocinar a casa de un hombre que no es ni su papá, ni su hermano, ni su sobrino?

Llegó el día de la cita. Yo puntual toqué a su puerta y como habíamos quedado llevé todo para cocinar. Él descorchó una botella de un vino blanco que estaba seco, hacia tanto calor en la ciudad que fue un bálsamo dejarlo sentir en mi boca.

Una vez más se instaló en la cocina para verme actuar. Yo puse manos a la obra. Camarones rellenos de cangrejo envueltos en tocino, arroz amarillo, ensalada de aguacate con naranja, paté de queso crema con ostiones ahumados y almejas asadas con verduras frescas. De postre helado de mango. Prendí el horno y tomé todo lo que me pareció necesario, sin preguntarle si podía. Me imagino que esa confianza con la que actuaba en su cocina lo desconcertó un poco. Tal vez el hecho de que cocinara mariscos le pareció una insinuación. 

Yo lo noté un poco nervioso. Se disculpó por no tener una vajilla adecuada. Punto en su contra que pronto se me olvidó al ver la calidad del aceite de oliva que tenía. También el excelente café, una mostaza de primera, queso de cabra, mermelada de zarzamora y yogurt de manzana, todas cosas que me encantan.

Terminé la comida, servimos, cenamos. Recorrimos todos los temas habidos y por haber y así terminamos dos botellas de vino blanco. Yo sentía tanto calor que le propuse comernos el helado de mango a dos cucharas del mismo bote. Me lo quería terminar. Seguíamos con el vino fresquito. Nos quitamos los zapatos debajo de la mesa.

Ya era tarde, habíamos hablado bastante, las velas se habían consumido, era hora de irse a la cama o…¿para qué me había invitado? Yo esperaba no salir ilesa de aquella casa. 

Pero antes de la cama fue la cocina por supuesto. Yo me levanté quitando de la mesa los platos que no pensaba lavar. Pero era un buen pretexto cambiar de posición después de las horas sentados en las sillas. Por supuesto que cuando me levanté él se levantó ayudando a limpiar la mesa. Sin pensarlo estábamos despejando el escenario.

Dejamos las cosas en el lava-trastes, yo me quedé recargada sobre un mueble mientras bebía un poco de agua. Se me acercó sin dejar de hablar de lo que estaba hablando, yo para entonces ya sentía tantas ganas de desvestirlo que ni atención preste a lo que decía.

Me tomó del cuello con las dos manos (esa actitud ya sumaba varios puntos), me besó, me metió la lengua con ganas, como si tuviera un camarón en la garganta y me lo quisiera sacar. Yo no estaba buscando marisco alguno, pero le respondí de la misma manera.

Se puso de frente a mí. Era alto, entonces lo abracé por la espalda, el cuello me quedaba incómodo. Acercó su sexo al mío. Para mi sorpresa el tipo estaba listo. Lo toqué para comprobar, y si, ahí estaba él, muy erecto, presumido y, hasta donde lo pude sentir con el pantalón aun puesto, también grande...esperándome.

Nos fuimos andando, él frente a mí y yo caminando hacia atrás. Choqué con la mesa. Me recargué, y ahí me sentó, o mejor dicho me senté.

Apurado se bajó el pantalón y, apurada, yo me bajé el mío. Nos quitamos camisa y blusa respectivamente. Me dejo esperando medio minuto pues fue por el condón a su recámara, pensé en quitarme el collar que traía pero lo encontré muy lindo ahí entre los senos desnudos.

Le pregunte si quería que nos fuéramos a la cama. Por supuesto que no, me dijo. Quería hacerlo ahí, en la cocina, con el olor reciente de la comida que nos habíamos comido, con el resto del helado de mango accesible, con el vino blanco por terminar.

Y ahí nos quedamos. Desnudos en la cocina, le dimos vuelta a la mesa, usamos las sillas, terminamos el resto de lo que quedaba de helado, de vino. Hicimos el amor recargados en el refrigerador, tirados en el piso, a un lado de la estufa. Nos quedamos ahí hasta que el fresco de la madrugada nos envió a la cama, a la que nos llevamos el resto del paté de ostiones embarrado en un pedazo de pan que nos comimos antes de quedarnos dormidos.

domingo

de-tox

No he escrito porque no me quiero llenar la cabeza pensando en comida. Estoy en desintoxicación haciendo un programa vegetariano de diez días. Voy terminando el cuarto. Mi último día será el sábado y en una semana espero estarme sintiendo “cherry” de pies a cabeza.

El primer día evite el café, el te, el alcohol, los carbohidratos y los lácteos, o sea todo lo que consumo diariamente. El segundo día escogí una fruta para comerla todo el día: me saturé de uvas, que de tantas sentía que si se fermentaban me darían una sorpresa. El tercer día comí sólo frutas, pero sin mezclarlas, cada dos horas algo distinto.

Hoy las frutas quedaron en el desayuno y ya pude añadir al menú verduras frescas para la comida y cocidas, a vapor o a la plancha para la cena. Así me la voy a pasar hasta el viernes, cuando ya pueda desayunar otra vez un poco de yogurt con granola y cenar mis verduras con 100 gramos de pescado. El sábado será igual. El domingo puedo volver a la normalidad con un régimen distinto al que llevaba y, ya dije, espero sentirme casi virgen…aunque esa sensación la tengo después de este de-tox de cama; casi catorce años non-stop de sexo y de repente el desierto.

Este de-tox de sólo diez días, me está dando una buena lección: a lo único a lo que soy realmente adicta es al café pues el otro de-tox me ha mostrado algo que yo creía imposible: puedo sobrevivir sin sexo...aquí estoy vivita y coleando. Aunque espero que así como este detox alimenticio termina el sábado, el otro de-tox finalice pronto, muy pronto.

miércoles

de alimentos afro...

Lo sabía, lo sabía, que después de que alguien leyera mi inicio de blog me iba a preguntar lo típico cuando se habla de la combinación cocina y cama: ¿y qué onda con la comida afrodisíaca?

Pues yo no soy la experta, pero si puedo asegurar que hay alimentos que por sus propiedades estimulan ciertas glándulas y conexiones nerviosas que nos ayudan a ponernos a más de la temperatura ambiente o a que el deseo no termine en la primera ebullición.
Aunque tampoco es como para atacarse de ellos. Creo que es más importante estar en un ambiente adecuado, con la persona correcta y en el momento oportuno. Además eso de comer y después irse a la cama (o al coche, o al sofá, o al cuarto de lavar, o a la escalera, o a la oficina, o al cuarto de baño del lugar en donde estamos) me parece que no hace nada bien al proceso digestivo.
Yo me siento a veces tan satisfecha, porque ya que tengo buen diente como bastante, que después de la comida se me antoja más salir a caminar o tomarme un digestivo que empezar a hacer movimientos bruscos y violentos. O también porque luego ya me ha tocado el típico que no digiere bien algún alimento en particular y apaga la pasión con un eructo olor a cualquier cosa que ya me baja mal las feromonas.
O si no también me paso haber comido algo que de hecho me cayo súper pesado que terminó siendo contraproducente (una vez leí de las propiedades del plátano para recuperar energías, y en una mañana me los comí en ayunas pues no quise preparar desayuno antes, y los dos malditos plátanos me cayeron fatal y terminé bebiéndome un litro de yogurt natural para bajarle al aire con el que se llenó mi estómago, imagen absolutamente nada sexy). De ese mañanero mejor ni hablar.
Para mi lo mejor es integrar estos alimentos a la dieta diaria para estar en forma y con ganas en cualquier momento…de que me toquen y me prenda. Claro siempre y cuando tenga a alguien que me toque y me prenda, pero la discusión sobre el male déficit no es parte de este texto.
Aunque comer estos alimentos cotidianamente me impide saber si realmente lo que estoy comiendo me está provocando el deseo y el ímpetu sexuales o es que ya nací golfa. Mejor le echo la culpa a las almendras.
Anyway, yo incluyo de todas maneras esas cositas en la alimentación, con o sin intenciones sexuales, porque casi todos los alimentos catalogados como afrodisíacos son ricos, comerlos ya son un placer y combinarlos un placer doble.
Por ejemplo un desayuno que incluya avena cruda con miel de abeja y cualquiera de estas frutas (fresas, cerezas, frambuesas, manzanas, piña, plátano) con avellanas y nueces; una comida con mariscos, esos si funcionan de verdad (sobre todo los camarones y ostiones frescos que con una docena ya tienes sexo para tres o cuatro horas, empíricamente comprobado); cena con ensalada de rúcula, espárragos, apio, alcachofas, aguacate, hierbas de olor como el perejil, la salvia y el romero.
Los pistachos, las semillas de calabaza son una buena botana.
Ya que uno huele a lo que come hay que tomar en cuenta las especies, como el anís, la vainilla, el clavo, la canela porque los olores también son estimulantes, digo, si son ricos, no estos olores a queso europeo mal digerido que abundan por aquí. A mí no me molesta pero hay a quienes no les gusta el olor a ajo. Yo cuando cocino y pongo a calentar el aceite de oliva y después dejo caer el ajo picado y ese olor empieza a llenar mi cocina siempre tengo la fantasía de tener a alguien detrás ayudándome a cocinar. Es el ajo. Que es un gran afrodisíaco y yo creo que más que por comerlo es por olerlo. Los árabes tienen bien ganada su fama en la cama y, creo, que el olor es un factor fundamental. O al menos conmigo ese cordero al ajo si hizo su efecto. Como también lo hacen las pastas al olio e aglio de las que tengo mucho para contar.
El café y el vino sin caer en excesos también son estimulantes. Yo no vivo sin mi café de la mañana y no ceno sin mi copa de vino. Después de tomar el primero y de degustar la segunda podría, con mucho gusto, irme a la cama un par de veces consecutivas.
El chocolate, está comprobado, es absolutamente afrodisíaco, si yo lo como un poco antes del sexo me da energías y me saca las ganas, si me lo como después de, repongo energías y ganas, pero si lo como durante el día en pequeños pedacitos no hago sino pensar en sexo. Pero tiene que ser 100% cacao, si no es más azucar, y en ese caso me como una cucharada de miel que también produce efectos.
Por ahora lo evito. No vaya a ser el diablo.
Como se puede apreciar estar en la onda afrodisíaca es muy cercano a estar en la onda vegetariana, con excepción de los mariscos, pero no se puede negar su saludable condición. Ya hay un “afrodisiaquismo” más radical -no vegetariano- que incluye criadillas, huevos de tortuga, aleta de tiburón y cosas más exóticas, según la cultura.
A propósito del tema ha habido intentos de hablar de comida y sexo con pretensiones literarias. Isabel Allende escribió Afrodita, pero yo de entrada no leo a Isabel Allende, así que no se que tal esta el libro. El que me han dicho que es fundamental es uno de Vázquez Montalbán que no conozco porque está agotado, y ya ni del nombre me acuerdo.
Y ya le paro porque me voy a comer, que de tanto hablar de comida me ha dado un hambre que bien me acostaría con alguien ahora.

martes

yo no tengo pretenciones literarias, solo culinarias...

domingo

he ahi el dilema...

¿coger o comer? es la pregunta que me hicieron unos amigos después de saber que quiero escribir sobre la cocina y la cama. me parece difícil tener que elegir entre uno y otro. pero como el dilema no está entre tener un placer gustativo o un placer clitoral (si es que existe la palabra)...pues me decido por comer porque para tener un orgasmo no necesito coito....

viernes

Entradas

de chica era muy mala para comer, pero me encantaba jugar a la comidita. tampoco me gustaban los chicos. estoy hablando de una edad temprana, muy temprana. afortunadamente una cambia. ahora se que mi gusto por la comida lo heredo de mi padre, que siempre está de antojos y hasta se saborea las cosas antes de comérselas. mi gusto por la cocina viene de ver a mi abuela cocinar, que aunque no era refinada en su cocina su limitado menú de pueblo jalisquillo era siempre una jolgorio: pozole, tostadas de carne deshebrada, sopita de fideos, pipian y las históricas albóndigas que nadie hace como ella con sus hojitas de menta fresca. y también a mi bisabuela, que como buena sinaloense me horneaba coricos y me cocinaba tamales de elote, de frijoles dulces o de camarón y a mi mamá le hacía una capirotada que nadie, dicen en mi casa, ha podido hacer como ella. como digo, menús limitados y nada refinados pero con el toque que tienen solamente unas manos virtuosas, como las de las mujeres de antes....y de ahora también.
hasta bien entrados los 17 o 18 fue cuando empecé a tomarle el gusto a la comida, o sea a tenerla como tema de conversacion, a pensar en un menú para alguna fecha especial, a comprar recetarios especializados, a probar platillos y comidas extranjeras. y decidí instalarme en ese universo de olores y sabores, colores y texturas...y darle a mi paladar eso primeros placeres increíbles, justo esos fueron los primeros.
pues el gusto por la cama lo descubrí después.
no se si el gusto por el sexo se hereda. tengo mis dudas. se que hay gente que no le gusta cocinar, entonces supongo que hay gente en el mundo que no le gusta el sexo. y bueno, yo respeto. porque claro, todo depende del contexto, del lugar en donde crecimos, de la cultura que nos habita, de todo eso que puede ser o muy represor o muy liberador. en mi caso fue lo segundo. y aunque no me consta el gozo, jamás vi en mi casa estas caras de anorgasmia que de repente si lleva aquí la gente que de tan blanca casi transparente poco pueden ocultar.
o tal vez fui de las primeras que llegó a la repartición del libido que me abunda, como me abunda sazón en la cocina.
Soy una presumida.
sazón es femenino o masculino, y ¿libido?