lunes

Otra parte del cuerpo


Cuando nos conocimos me dijo que él generalmente había estado con mujeres de senos grandes y nalgas chicas. Conmigo invirtió su orden (y alteró su gusto). Mis nalgas nunca se habían sentido tan apreciadas y valoradas y yo nunca había estado con alguien a quien le gustaran tanto.

Desde que nos conocemos hace siempre lo mismo: sin hacer ruido llega por detrás y me las aprieta. Siempre me toma por sorpresa. A veces cuando me quiere torturar me persigue para morderlas. Sus cariños y mimos consisten siempre en pasar su mano por ellas.

Cuando dormimos le gusta ponerse de lado y que yo le de la espalda -y las nalgas-, para acomodarse como si fuera mi concha eterna. Pega su sexo a mis nalgas y lo restriega. Se excita entonces y mis nalgas le responden. Al ducharme entra a la regadera para verlas llenas de espuma de jabón, o entra después al baño a ver cómo les pongo crema perfumada.

En cualquier oportunidad pasa sus manos por ellas, como si quisiera estar seguro de que siguen ahí, como si quisiera hacer saber al mundo que también son de él, como si al tocarlas las hiciera suyas. A veces las toca de una manera tal que pienso que le van a predecir el futuro, cual bolas de cristal.

Y si, mis nalgas le responden. En ocasiones frías, en ocasiones tibias, sonríen a sus halagos y lo complacen. Son condescendientes cuando se posan sobre él y se dejan amasar como si fueran a salir de ahí panes rebosados y bien hechos.

Cuando está listo para venir, pide verme las nalgas. Entonces tengo que voltearme. Subirme a él poniéndole las nalgas sobre el estómago. Yo dejo las piernas dobladas al lado de las suyas, atrapando su cadera, con mi torso echado para adelante y las nalgas echadas para atrás.

Él las toma con sus manos y con fuerza las mueve, me mueve, de arriba-a-abajo. Trabaja para su orgasmo apretándolas con fuerza. Cuando siento sus dedos pulgares cercanos al ano se que viene el final. Termina, se relaja y me da una palmada cariñosa en las nalgas, me acuesto a su lado y estira uno de sus adoloridos brazos para tocar la que le quede más cerca. Mis nalgas ya descansando, sólo agradecen.

Ellas andan en par ahí por la vida sin pretensiones, ni presunciones. Nunca fueron tímidas. Ya que se saben tan apreciadas y deseadas se enderezan y se respingan. A veces pienso que tienen vida propia, que reaccionan a estímulos incluso cuando yo no los siento, que responden a miradas que no veo y a palabras que no escucho. Muy autónomas, van ahí emparejadas moviéndose enfundadas en pantalones que cada vez rellenan más y que las hacen lucirse.

Son una parte más del cuerpo, pero no son cualquier parte. No son precisamente órganos vitales, sino músculos, pedazos de carne (blanda o firme, tierna o corriosa) que sin embargo poseen un valor erótico innegable. No en vano han sido tan fotografiadas, pintadas y esculpidas a lo largo de la historia del arte. No hay mirada masculina que se resista a ver un par de nalgas femeninas (y mirada femenina que se resista a ver un BUEN par de nalgas masculinas). Ni artista del cuerpo desnudo o las expresiones del erotismo que no les dedique muchas de sus obras, o sean incluso tema central de ellas, pues, como dijo Ricardo Castillo, "son pura imaginación...más importantes que el sol y dios juntos...el origen de la poesía y del escándalo".

Las mías -nalgas- no han llegado a tanto. Pero ahora están contentas de tantas palabras bonitas, piropos y cariños que reciben. La uno y la dos, la izquierda y la derecha, no hay distinciones, las trata y quiere igual. Las chiquea equitativamente y se han vuelto casi parte suya, otra parte de su cuerpo. Tanto, que dice que sin ellas ya no duerme bien. Ellas se dejan querer, sonríen, coquetean y juegan sin penas ni prejuicios, ahora con vanidad, expresándose desinhibidas como las manos o los ojos, como otra parte más de mi cuerpo.

jueves

Suck and let go

Merrill Bell Nisker, aka Peaches, canta y toca instrumentos desde que era adolescente. Después de ser una empleada al servicio del estado canadiense, decidió empezar un proyecto musical. Engrosando las filas de las bandas de electropop y electroclash, ha seguido el estilo de grupos como Vive La Fete, Ladytron o The Raveonettes y podría decir que ha inspirado a gente como Miss Kittin y Sexy Sushi. Su primer disco Fancypants Hoodlum lo sacó con su nombre de pila en 1995.



Ya como Peaches, sacó el segundo disco “The Teaches of Peaches” (2000) y saltó a la fama en una escena muy particular. Desde entonces ha realizado colaboraciones con diferentes músicos y sus canciones han formado parte de soundtracks de películas, series y caricaturas. Con el tercer disco “Fatherfucker”, se consolidó haciéndose una cantante con fans y soldout’s garantizados.




Vive en Berlín desde hace algunos años. Ahí formó la banda “Sweet Machine” con la que se presenta en vivo. Encontró en la ciudad alemana un lugar en donde desarrollarse cerca de otros centros musicales de sus géneros favoritos, como Bélgica, Dinamarca y Francia. Yo la escuché por primera vez cuando “Fuck the pain away” sonaba en las fiestas berlinesas de mujeres insumisas. En 2006 sacó el cuarto disco “Impeach my Bush” y este año estrenó “I Feel Cream”.





Lo que hace a Peaches tan particular son las letras de sus canciones. No es la primera en hacer referencias cantadas a la cama y al sexo, desde Madonna a Beyoncé se pueden encontrar este tipo de expresiones femeninas. Pero Peaches es la única que conozco que las escribe explícitas en expresiones de placer, lujuria, masoquismo y atravesadas por la cuestión de eso que se llama “género” -e incluso cuestionándolo-.


Peaches canta contra el conservadurismo y los prejuicios. Da cuenta de sus historias, fantasías y opiniones sobre el sexo y las relaciones de género, al tiempo que enarbola su bandera enfrentando los discursos castrantes que permean incluso a sociedades tan desarrolladas como la alemana o la sueca (“…the definition of my position its bitchin…”). Juega con los roles de género y su representación. Apela a que la mujer es tan objeto (y sujeto) sexual como el hombre, que ambos tenemos esencias masculina y femenina y por ende nuestro comportamiento no debería estar determinado por el género -que es finalmente una construcción socio-cultural-, que no siempre nos hace seres felices y plenos.


Peaches no es una improvisada y al escuchar o leer sus entrevistas se conoce a una mujer inteligente, que está informada y que se posiciona defendiendo la libertad de ejercer una sexualidad plena sin apenarnos por nuestra condición humana: ser sexosos, cachondos y cogelones (“...nobody here can tell me that they don't wanna fucky fucky”). Le gusta provocar fantasías con imágenes de orgías, tríos mixtos, swingers, “frenchs” y sexo anal. Sus shows en Berlín son una mezcla de concierto, performance y teatro dirigido por John Waters, atravesada con una clara referencia al sexo, a lo sexual y a los roles, papeles y actuares de las diversas sexualidades. Peaches le apuesta a la provocación auténtica, a la que sacude, a la que cuestiona. (“Motherfuckers wanna get with me, lay with me, love with me, all right...C’mon let's set it off”).



No en vano es en Berlín una favorita. Lugares varios la contratan para conciertos y gigs a los que van principalmente mujeres, sus más fieles seguidoras. Heterosexuales, lesbianas, bisexuales y transgenéricos bailamos al ritmo de su música que alegra corazones y sexos, acompañada de sus audaces e ingeniosas letras. Sus conciertos terminan siendo fiestas muy divertidas. Ante su desinhibida interpretación, descarada e irreverente, el público se relaja, se contagia y los complejos se quedan atrás de la puerta. Los shows de Peaches también incluyen lo que sucede abajo del escenario, que no es poco.


Lo que Peaches propone es que el sexo debe divertir y saciar, con quien sea, como sea y donde sea, con muchos participantes o con pocos, del género que sea y a la hora que sea. Decidiendo cómo, expresando peticiones y sugerencias, externando y compartiendo el gozo.


A muchos hombres que conozco no les gusta. La consideran fantoche, una superficial provocadora. A algunas feministas que conozco tampoco les gusta. La consideran una reproductora de la imagen de la mujer como objeto, víctima de dominación y subordinación sexual. Porque son letras para mujeres liberales que reclaman equidad en la distribución del placer, de los hombres y de las mujeres. Porque son letras que aclaman miembros, olores y cuerpos masculinos que un tipo de mujeres todavía seguimos disfrutando cuando no necesitando, aunque ciertas feministas sean capaz de negarlo.

“I like the innocent type
Deer in the headlight
Rocking me all night
Flexing his might
Doing it right
Keeping me tight
Taking a bite out of the Peach tonight”


Yo creo que a ninguno les gusta lo que les dice y lo que esas palabras al expresarse y existir provocan, porque el coito, libre y soberano, aunque sea con el sexo opuesto, emancipa.


Info y música: http://www.myspace.com/peaches

martes

Maíz transgénico legal


Ayer 19 de octubre una noticia me dejó sentada. El gobierno mexicano ha dado banderazo y encendido la luz verde - a través de dos permisos- para que se experimente con la siembra de maíz transgénico en Tamaulipas.

Este gobierno no solamente ha demostrado su ineptitud en una guerra contra el narcotráfico, ha incrementado las filas de desempleados, analfabetas y muertos por enfermedades curables, se ha dado vuelo en sus dispendios como si viviéramos los tiempos de don Porfirio y ha avalado y promovido la violación de los derechos humanos que ahora también incluye el derecho a una alimentación saludable y el derecho a una vida digna para la población rural del país.

¿Quién es el beneficiario de estas autorizaciones? Pues ni más ni menos que Monsanto, empresa que no ha escondido su interés por monopolizar la producción de alimentos básicos, como si la alimentación fuera un negocio y no un derecho y una necesidad para subsistir.

Así el gobierno nos pide que apretemos el cinturón para "ayudar a los pobres del país" pero beneficia a un corporativo para que literalmente nos envenene de a poco y para que contamine y acabe con las razas y variedades originales del maíz, el único producto al que aún acceden los muertos de hambre que habitan un campo cada vez más desolado, abandonado y nada productivo.

Si no unimos esfuerzos con quienes están movilizándose para evitar este acto ilegal e irracional y poco compasivo, el maíz transgénico muy pronto estará en nuestras mesas y con eso sepultaremos (con todo lo que eso implica) lo que queda aún de campo mexicano y firmaremos la dependencia alimentaria de multinacionales que poco interés tienen en que comamos bien y sano.

Infórmate, aquí las notas:



Cocina Mestiza


Con la llegada de los españoles a tierras americanas hace más de 500 años, llegaron también animales, frutas y verduras desconocidas por los oriundos. El contacto, la conquista, la asimilación, la sustitución o la fusión (que sin ser sinónimos se pueden utilizar) no se dio únicamente en los ámbitos religioso, político, social y económico. Lo cultural fue obviamente afectado y por ende la comida fue una de las expresiones más intervenidas.

Los aztecas ya contaban con una cocina completa a base de maíz, frutas, verduras, hierbas y carnes más bien blancas (la revista Arqueología Mexicana dedicó su edición especial 12 al recetario prehispánico). Los españoles trajeron consigo las carnes rojas, muchos de los cereales que ahora consumimos, frutas y verduras conocidas en Asia y África. La inventiva y creatividad de quienes cocinaron echando mano del nuevo conjunto de ingredientes fue infinita y gracias a esto la cocina mexicana es una de las más sabrosas, variadas y conocidas en el mundo.

Se sabe que a los habitantes americanos les gustaba comer bien, tener tiempo para hacerlo y que los banquetes eran comunes entre los sectores más pudientes. Sophie D. Coe, en su libro “Las primeras cocinas de América” (ampliamente recomendable) hace un recuento histórico al respecto de la cocina azteca, maya e inca y nos deja la impresión de que el gusto y el placer por la comida caracterizaron a estas culturas, tanto como a los españoles.

Así no es casual que a la llegada de éstos últimos –y su glotonería- se desarrollara la necesidad de adaptar y hacer comestibles para ellos los ingredientes desconocidos, pero populares y recurridos en el nuevo mundo, para satisfacer las necesidades alimenticias de los conquistadores que estaban tan lejos de unas tierras a las que no pensaban volver.

Entonces quienes pusieron manos a la obra tomaron de lo recién conocido (maíz, tomate, calabaza, aguacate, insectos varios, una interminable variedad de chiles, cacao y vainilla) y lo mezclaron con lo traído de Europa (trigo, garbanzo, arroz, coco, plátano, cerdo, almendras y nueces) creando los sabores, colores y las texturas que sorprendieron a comensales en una época en que la mezcla de chiles y chocolate fue tan exótica como exitosa.

Así el mole, los chiles en nogada, los tamales con sus distintos rellenos, la cochinita pibil, los atoles salados y dulces, el queso relleno, los tacos sudados, los guisados de venado, puerco, armadillo, iguana, guajolote y res, son una muestra de esta intervención y forman parte de las cocinas cotidianas en algunas regiones.

He encontrado que, alejada de purismos, la “nueva” tendencia en la cocina mexicana de autor es justamente hacer lo que las monjas poblanas y los cocineros indígenas hicieron durante la época de la Colonia: cocinar combinando estos ingredientes. Esto se expresa en menús que ofrecen platillos “mexicanos” sustituyendo ingredientes originales por extranjeros o se cocinan platillos extranjeros con productos mexicanos.

Hierba santa rellena de queso de cabra, estofado dulce, frijoles blancos cocidos en leche de coco, cecina en salsa picante con hongo portobello, raviolis de cuitlacoche, lasagna de chiles poblanos, salmón al pastor asado con nopales, flor de calabaza rellena de queso Morbier y sushi con chipotle, son sólo algunos ejemplos. Y ejemplos también sobran en México de restaurantes “fusión” que se han dedicado a sacarle provecho a la variedad de ingredientes nacionales y a explotar sus posibilidades si se combinan con ingredientes ajenos y se cocinan de modos distintos.

Lo que me llama la atención es la aparente facilidad con que estos ingredientes pueden combinar y después lograr aceptación. En otras partes del mundo en donde se goza de cocinas fuertes y tradicionales o incluso de las más bien pobres y poco variadas es difícil encontrar la versatilidad y variedad de combinaciones que hay en varias propuestas culinarias hechas en México. La cocina india poco ha influido a la aburrida cocina inglesa y en la insípida cocina alemana no hay ni un indicio de cocina turca. Los italianos siguen defendiendo su cocina a capa y espada contra la influencia que podría tener la cocina marroquí o la cocina del este europeo. En Europa aún no podríamos hablar de cocina mestiza muy a pesar de la conquista que están haciendo tantas comunidades latinas, africanas y asiáticas que llegan con una enorme riqueza culinaria.

Pero en México la comida mexicana nació mestiza y es anti-purista. Todo lo que se incluye en los menús mexicanos se cocina con ingredientes de ambos lados del atlántico y arriesgar es el verbo de todo cocinero que se preste de innovador.

Una manera de probar una pequeña muestra de este mestizaje culinario es el catálogo de la marca Cocina Mestiza que desde 1993 está ofreciendo moles, salsas, vinagretas, conservas y jaleas. Recetas varias en las que se utilizan ingredientes de muy buena calidad que dan como resultado platillos riquísimos. Sin ser recetas de afamados chefs, la oferta de dicha marca da la base para echar a volar la imaginación y arriesgarse combinando sabores y texturas varias.

Yo ya probé algunas de sus opciones y no podría escoger un sabor sobre otro. El mole verde almendrado combinó muy bien con pescado blanco y una guarnición de calabacitas con elote, mientras que la salsa de cacahuate con chipotle fue riquísima con camarones acompañados de unas papas con pimientos morrones y la salsa de nuez al ajillo la puse en un pastel azteca con pollo. La vinagreta de vino tinto con flor de jamaica se llevó bien con una ensalada de lechugas, sandía y pulpo, mientras que la vinagreta victoria quedó con una mezcla de espárragos verdes, parmesano y tocino. Su botana de cuitlacoche la utilicé para rellenar volovanes y la de setas en adobo la serví caliente en pan ciabatta con queso mozarella derretido. Nada me ha decepcionado y todo a quedado a pedir de boca.

Cuando encuentren los productos de esta marca no duden en comprar lo que sea. Vinagretas, salsas, moles, jaleas o botanas embasadas todo está riquísimo y si no tienen idea de cómo combinarlo o prepararlo pues ¡échenle creatividad!

Seguir conociendo, probando y experimentando con los sabores de la cocina mexicana, que gracias a que es mestiza es tan apreciada y tan sabrosa, es un placer que contribuye a enriquecer y recrear este mundo infinito que es la cocina, un espacio nada parroquial que debemos mantener así…abierto a la imaginación y a la experimentación como lo iniciaron las monjas, los frailes y los cocineros indígenas, para que siga colmándonos pero sobre todo para que siga sorprendiéndonos.

Info: http://www.cocinamestiza.com/

viernes

Primero sueño


Cuando abrí los ojos estaba arriba de mí. No sé en qué momento se metió a mi cama. Horas antes nos habíamos despedido en el café de costumbre. Habíamos tenido una discusión de esas cuyo motivo es estúpido pero cuyo alegato complejiza cosas.

Todavía con el sabor del café irlandés en los labios, salí un poco molesta. Él se quedó ahí, dijo que se tomaría otro café y después se iría a su casa. Yo llegué a la mía. Me quité la ropa del día, la aventé a la canasta de la ropa sucia y me puse una camiseta enorme que me compré la última vez que fui al estadio de beisbol. De ligero algodón, a rayas café y blanco, mi camiseta dice al frente en grandes letras naranja: Los Padres y, en letras pequeñas, dice San Diego. De niña fui aficionada a singular deporte.

Cené algo ligero, me serví una copa del vino que había bebido con la cena de la noche anterior y me senté a cambiar los canales de una televisión que sólo veía sin escuchar. Estaba todavía enojada con él.

Cuando empecé a bostezar me acosté pero tomé el libro que estoy leyendo. No avancé mucho. Cuando no estoy concentrada me cuesta seguir una historia. Estuve regresando párrafos y páginas atrás para entender cómo el personaje había llegado a dónde ahora estaba, o para entender el diálogo que estaba teniendo. Desistí y apagué la lámpara. Creo que al poco rato ya estaba dormida.

De repente abrí los ojos porque sentí un movimiento casi telúrico. Los abrí aún más cuando lo vi sin ropa arriba de mí. Me tapo la boca con sus labios. Me besó mientras me bajaba el calzón con la mano derecha. Yo contesté a su beso que era húmedo, pero sobre todo demandante. La poca luz que entraba a mi recámara se colaba por atrás de las cortinas, eran de las lámparas que iluminan el patio del edificio. Era tenue pero suficiente para verle claramente el rostro y el cuerpo.

Después de besarme, bajó su cabeza para ponerla en medio de mis piernas. Mi camiseta se la tapaba, así que solamente veía algo medio redondo moverse bajo mi vientre mientras yo lo tomaba con las dos manos como si fuera un balón, para guiarlo.

Cuando me dejó anegada, subió a besarme los otros labios y empezó a subirme la camiseta para quitármela. Abajo no tenía absolutamente nada así que ambos quedamos igual de desnudos. Me tocaba como si me estuviera amasando, como si de mí fuera a sacar una pasta hojaldrada o una perfecta y redonda tortilla de harina al comal.

Lo sentí especialmente deseoso. Como si no hubiéramos hecho el amor en semanas, como si no nos hubiéramos visto en mucho tiempo. No sé si fue el pleito, su enojo o mi frustración, pero nuestros cuerpos estaban encontrando una conexión especial, de esa que hace mucho no tenían.

Subió mis piernas a sus hombros y me penetró como un toro embistiendo, sin piedad y sin preguntar si le estaba permitido. No me permitió que le mojara el pene con la lengua. A quema ropa disparó y yo deje salir un gemido que mezclaba un poco de dolor. Su cara estaba rodeada de mis piernas, con las puntas de mis pies le jugaba las orejas, parecía un retrato con su propio marco. Siguió adelante con un ritmo indócil que poco a poco pude alcanzar.

Coordinamos los centros de nuestros cuerpos para hacernos sentir lo que queríamos. Apreté el sexo varias veces, para succionarle el pene. Como si mi vagina fuera mi boca, le chupaba el sexo con el mío.

Me volteó, le gusta verme las nalgas. Me abrió las piernas y volvió a embestir, está vez el gemido no llevaba dolor. Cada vez que entraba y salía me asimilaba mejor a su indisciplinada cadencia. Me hacía a su modo y yo me dejaba llevar. Cuando lo sentí listo empujé mi cadera hacia al frente y lo acosté sobre su espalda.

Entonces yo subí a mi trono de reina, me senté sobre él y de ahí dominé el mundo que estaba concentrado tras el horizonte de mi cama. Yo estaba concentrada en el centro de mí misma. Sentí la tibieza de su orgasmo cuando se combinó con el mío.

Alcancé mi camiseta de Los Padres y me puse el calzón. Me acosté en mi lado de la cama y sin decirle nada me giré y le di la espalda.

Desperté sola. La cama estaba revuelta porque yo soy un remolino a la hora de dormir, pero no había huellas de una visita. Me levanté y fui directo al baño, nada, a la cocina, nada. Los seguros de la puerta estaban cerrados por dentro y las llaves colgadas en su lugar. El silencio era lo único que se escuchaba en el departamento.

Regresé al baño a orinar y de ahí salió un olor delatador, a sexo revuelto, a semen y flujo propio. Me quité el calzón, me lo acerqué a la nariz y respiré: olía a sexo y además había huellas visibles. Fui a la cama y la olí, las sábanas olían a lo mismo, a ese olor que barniza el ambiente que rodea a dos cuerpos que se penetran, que sudan juntos y que juntos expiden fluidos y líquidos varios que mezclados forman ese olor a sexo que siempre se esparce pero que nunca es igual.

No me lo explicaba. Le llamé por teléfono, él tardó en contestar. Estaba dormido, dijo haberse ido tarde del café pues se encontró a un amigo. Llegó a su casa pasada la media noche y como había tomado tanto café no podía dormir, entonces vio una película y se fumó un porro para que le diera sueño. Se quedó dormido en el sofá, calculaba que como a las tres de la mañana, pero con el primer rayo de sol se fue a su cama de donde se había levantado para contestarme.

Le dije que olía a sexo, que mi cama, mi ropa, mi vagina olían a sexo, al sexo con él. Le dije que ayer había estado en mi cama, que me había hecho el amor, que ¿no te acuerdas? Se rió de mí.

Me quedé sentada en el sofá de la sala viendo por la ventana empezar el día. Revisé las ventanas, imposible entrar o salir por ahí, es un cuarto piso. Revisé la cama en busca de cabellos, alguna prenda olvidada. Nada. Mientras esperaba que el café estuviera listo seguía oliéndome para asegurarme. Me bebí el café recordando la noche, aún de pie recargada sobre el mueble de la cocina.

Antes de bañarme volví a inspeccionar mi olor, idéntico al de unos momentos atrás: huelo a sexo, huelo a puro sexo. Me observé al espejo, como siempre hago cuando quiero reconocerme. Pensé en todas las veces que he soñado algo que ya sucedió, como si fuera una reinterpretación del subconsciente, una reconstrucción para contármela dormida. Pero esto era diferente. Eso no había pasado antes de anoche.

Identifiqué en mi cara esos rasgos relajados prueba irrefutable de que he hecho el amor: me brillan más los ojos, se me ve el cutis más limpio y el mentón más relajado. Tengo mi cara de orgasmo, me dije viendo esa imagen frente a mí. Me metí a la ducha y mientras me bañaba noté la marca roja sobre mi nalga derecha, como
siempre hasta me nalgueó el muy cabrón.

Mejor me reí, si sigo me voy a volver loca. Sola la frase de una canción escuchada se me vino a la mente, todavía en la ducha empecé a tararear: “tan beautiful…mmm…mereces lo que sueñas”.

…si, pensé, lo merezco.

miércoles

¿Pornografía para mujeres?

En el último número de la revista Gatopardo (Septiembre 2009) viene un reportaje sobre una directora de cine porno. Sueca, radicada en Barcelona, ella y su esposo iniciaron una productora de películas hechas para mujeres con una visión femenina, asegura Erika Lust en el artículo.

Veremos...

No sé si se puede hablar de porno para mujeres, feminista o femenino. A mi únicamente me gustaría ver más porno con argumento, historias que se desarrollen, mejores escenografías y locaciones y actos sexuales más prolongados que retrasen el orgasmo. Actores y actrices que hagan menos ruido y menos gestos de falso placer; en donde los hombres sean tan sometidos como las mujeres y que ambos participen de la misma manera en flagelaciones, violencia y escatologías varias. Vamos, películas que no sean sólo para masturbarse.

Habrá que ver qué están proponiendo las mujeres en la industria del cine porno. Aquí el artículo:

http://www.gatopardo.com/numero-104/cronicas-y-reportajes/la-guerra-de-las-pornografas.html

lunes

Mujeres bebamos vino!

En estos días he estado bombardeada por artículos sobre las mujeres y el vino. Nada de particular pues mucho se ha escrito y dicho sobre este dúo que cada vez parece más dinámico.
Bebida antigua y saludable, apreciada por las culturas occidentales, el vino se ha convertido en una pasión femenina, en un gozo y en un objeto de placer.

Actualmente hay un boom de mujeres enólogas, catadoras y sommeliers, que hacen, definen, catan, eligen y opinan de vinos en distintos lugares y que están conquistando espacios en un mundo muy masculino. Algunas prueban, disfrutan y califican, pero otras estudian las cepas, los suelos, los vientos, la humedad y las mezclas para producir sus propios vinos o ayudar a otros a producirlos. De estas mujeres dan cuenta las revistas especializadas en las que colaboran escribiendo o en las que se publica algo sobre la participación femenina en el sector vitivinícola.

Otro aspecto tratado sobre la pareja mujer y vino es el médico. Si bien es cierto que a quienes lo consumimos nos ayuda a activar los sistemas cardiocirculatorio y digestivo, evitar el alza del colesterol y nos proporciona vitamina C y carbohidratos que dan energía, en las mujeres el vino expresa otras propiedades. Además de ser un antioxidante natural que combinado con otros nos puede ayudar a evitar los rasgos de un envejecimiento prematuro, es un afrodisiaco infalible.

Ya parece una certeza (científica) que las mujeres que beben vino tienen una vida sexual más activa. Las propiedades afrodisiacas del vino en el género femenino se han estudiado bastante, tanto, que se llegó a la conclusión de que si, a nosotras el vino nos pone muy apasionadas. Lo que no le sucede a los hombres, a quienes más bien los relaja y apaga –cuando no los duerme-.

Según los resultados de un estudio realizado en el Hospital Santa Maria Nuova de Florencia, en Italia, “el consumo de entre una y dos copas de vino tinto al día incrementan el apetito sexual femenino”. En dicho estudio se cuantificó algo que YO DESCONOCIA que existía: el índice de la función sexual femenina (medida que se toma a través de cuestionarios para evaluar los diferentes aspectos de la función sexual).

Se estudiaron los hábitos y rutinas sexuales de casi 800 mujeres para concluir que las que bebían vino tinto cotidianamente manifestaban un alza de deseo sexual y una vida sexual más activa que quienes no lo bebían. Según otro estudio realizado en la Universidad de La Laguna en España se concluyó que “los países en donde hay un mayor consumo de vino per cápita son aquellos (cuya población) dicen ser los más satisfechos sexualmente”. Tal vez es momento de desmitificar a Brasil y a Cuba y voltear los ojos a Francia o España (Referencia: “Factor Vino & El deseo femenino” en Revista Catadores, núm. 46, junio-julio 2009).

Y como consecuencia (o más bien para complementar la información) el Statens Serum Institute de Copenhague en Dinamarca, realizó una investigación que demostró que las mujeres que beben vino tinto y buscan embarazarse lo logran más rápidamente que las que beben otra bebida alcohólica, o no beben alcohol. No sé si eso tenga relación justamente con lo primero, pues si el vino nos pone en la órbita sexual y nos desinhibe seguramente tendremos sexo más frecuentemente con mayor ahínco y ganas, por lo que habrá más posibilidades de que se logre un embarazo deseado. Porque lo que el estudio no señala es si el vino tiene propiedades particulares que estimulan la fertilidad.

Pero lo bueno del vino tinto es que sus beneficios no terminan cuando las mujeres llegan a una edad en la que sexo no es ni tan frecuente ni tan apasionado (edad a la que yo no quiero llegar, por supuesto). Otro estudio indicó que las mujeres de la tercera edad (de más de 70 años) que beben entre 1 y 7 copas de vino a la semana tenían mejores funciones cerebrales y cognitivas que las que no bebían nunca.

Durante toda la vida beber vino nos beneficia más a las mujeres. Chicas, debemos promover su consumo.

Y aunque el mundo del vino sigue estando regido y dirigido por los hombres, hay mujeres con experiencia y conocimiento a la caza de un lugar en ese universo de expertos. Mujeres que han llegado para contradecir los estereotipos de que hay “vinos para mujeres” -como el rosado, para mí vino de una noche como dicen los franceses-, los tintos suaves o los espumosos y blancos dulces. En México 46% de quienes consumen vino somos mujeres, y en este porcentaje estarán unas que preferimos los vinos potentes, con un ataque complejo, con olores interesantes y colores distinguidos.

No hay vinos para mujeres, señores, lo que tal vez hay son mujeres que no saben beber vino.

Con estos resultados a la vista, pareciera que el vino debería de ser la bebida de las mujeres desde que nos iniciamos en el sexo y hasta que dejemos de existir. Yo no tengo un registro de mi índice de función sexual, pero he comprobado en varias ocasiones que un hombre que llega con una botella de tinto a mi casa para compartirla -y el vino resulta ser uno maravilloso-, ya tiene algo del camino ganado entre la puerta y la cama. El resto es lo que acompaña al vino: la conversación amena, la música agradable, la copa exacta, la luz adecuada y todos esos elementos que forman parte de un ambiente para beber vino, que no deja de ser un ambiente también para el sexo.

El mundo del vino es uno que nos pertenece a las mujeres por cuanto los beneficios que nos conlleva el beberlo –en cantidades moderadas- cotidianamente, para mejorar nuestra vida sexual en particular y nuestra salud en general. Y también por el simple placer de tenerlo en la boca.

El vino es nuestro aliado antes de llegar a la cama, cómplice en la cama y amigo después de haber estado en la cama.

Por eso digo: mujeres, bebamos vino tinto!

viernes

Fuck For Forest

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domingo

En el caribe mar

Ella jamás hubiera ido a Cancún si no la hubieran enviado por razones de trabajo. Odiaba los lugares congregados de turistas y Cancún era la capital del turismo en el Caribe: caro, artificial, superficial y además lleno de gringos.

Estuvo varios días tomando parte de desayunos, reuniones, comidas, juntas, cenas, presentaciones y seminarios. La primera noche que pudo cenar sola e ir a tomar algo aprovechó la oportunidad.

Después de comer en el cuarto del hotel -de uno desde donde se veía el azul turquesa del mar- bajó al bar a tomar algo. Tenía antojo de una cerveza…o de una margarita. Se llevó con ella el libro que estaba leyendo.

El bar estaba a media luz y medio vacío. Se sentó, alejada de los pocos bebedores, en un sillón que se antojaba cómodo y que justo estaba a un lado de una mesita con lámpara. Pidió una cerveza oscura…y muy fría por favor. Estaba a medias en una novela que la tenía muy entretenida.

Metida en una historia ajena estaba cuando escuchó una carcajada valiente, pensó que no cualquiera se ríe de ese modo. Ella volteó para saber de dónde venía el estruendo y de quién. Y así fue como la vio.

En la barra estaba una mujer sentada hablando con el cantinero. Llevaba un vestido ligero de tirantes que le llegaba hasta la rodilla y zapatos altos destapados. El cabello suelto con una flor roja atorada en un lado de la cabeza. Por los modos, ella asumió que la dueña de esa risa estaba completamente borracha.

Volvió a su lectura. Seguía dándole tragos lentos a su cerveza pero pronto se la acabó. Pidió otra a señas al tipo de la barra, desde el sillón.

Cuando se la pusieron en la mesa volteo para dar las gracias y se dio cuenta de que se la había traído la dueña de la risa. Lo primero que vio fue el espectacular par de piernas que tenía y un perfecto pedicure en los pies. Las uñas rojo candente siempre expresaron para ella desinhibición y falta de protocolo.

Con su copa rebosante de margarita en la mano izquierda se presentó. Kiki de Madrid, prima del dueño del hotel. En cinco segundos le dijo que estaba harta pues ya se había aburrido de hablar con turistas y con los empleados del hotel…¿tú que haces aquí y sola? Ella le explicó que estaba ahí por una cuestión de trabajo, que se iba en un par de días, que estaba harta del calor, de los mosquitos nocturnos que se la comen en el camino entre el restaurante y el cuarto y de no tener tiempo para meterse en el mar.

Al decir eso Kiki le preguntó, con un acento madrileño que le recodó cualquier personaje femenino de película de Almodóvar, que porqué estaba leyendo pudiendo entrar al mar ahora…de noche estar dentro es un placer, una pasada. Ella contestó con evasivas tontas: llega tarde al hotel, está cansada, le dan miedo los cangrejos, etc.

Kiki cada vez parecía más simpática, no estaba borracha, e insistió con lo del mar y ella se fue animando. Kiki le dijo que podía hacer que el gerente les mandara a una mesa de la playa una botella de vino blanco frío…Ándale, vamos al mar, yo siempre me meto de noche. La convenció.

Dejaron el bar. Ella iba a subir por su bikini y una toalla. Kiki le dijo que las toallas y las bebidas estaban arregladas y que no había nadie en la playa…¿para qué el bikini?

Salieron del edificio, se quitaron los zapatos y empezaron a caminar por la arena blanca. El mar parecía un espejo. Se sentaron en una mesa a platicar mientras esperaron. No tardó mucho en llegar el mesero con una botella, dos copas, unas velas, toallas y batas.

Kiki le ofreció una copa. Bebieron la botella de vino hablando del país de una y del país de la otra. Kiki se mostró culta, educada e informada, pero no daba señales sobre vida personal, privada, íntima.

De las sillas se levantaron y se fueron acercando al mar. Casi en la orilla Kiki se quitó su vestido y la ropa interior. Ella se quitó el pantalón de manta blanca, la blusa roja y la ropa interior y se dejó el collar de corales…para que vuelvan a su casa.

El mar para ella era mágico. Le encantaba, la hipnotizaba, la regresaba a una fase fetal, de cuando no había nacido y estaba dentro de su madre, en esa matriz cálida, con agua tibia que no es salada, pero que podría ser un Caribe.

Kiki hablaba y cada vez era más de su agrado. Se dio cuenta de que tenía un cuerpo perfecto y ella empezó a hablarle de sus estrategias para no subir de peso y para combatir la celulitis. Kiki la veía pero no opinaba, no sugería, no aconsejaba. Se le acercó y le dijo que ella era perfecta, así como estaba. Y la miró de una manera que ella no reconoció, en una mujer.

Salieron del mar y se fueron a sentar. Se envolvieron en las toallas. Siguieron hablando, bebiendo, y pidiendo más botellas de vino blanco. Se hizo tarde y las dos estaban bastante borrachas.

Ella dijo que subiría a su recámara a dormir. Tenía una reunión al día siguiente y tenía que descansar. Entraron las dos al edificio envueltas en las toallas, con la ropa y los zapatos en las manos. La escena era particular pero no hubo más de un testigo para verla. Subieron en el elevador. Ella preguntó por el piso de Kiki y ella dijo que iban al mismo…pues si vamos a dormir juntas.

En ese momento ella sintió que el alcohol se le bajaba de la cabeza. Nunca había recibido una proposición tan abierta, ni había estado con una mujer y, además nunca se imaginó que Kiki hubiera estado seduciéndola toda la noche. Todo lo que había pasado era para -al final- acostarse con ella.

Sin embargo ni se ofendió, ni se enojó, ni quiso salirse del elevador…ahorita mismo. No. Se esperó a llegar al octavo piso. Se abrieron las puertas, salieron juntas del elevador y caminaron por el pasillo, entraron al cuarto.

Ya dentro Kiki se destapó y se metió a la ducha a quitarse lo salado del mar y la arena. Mientras la escuchaba canturrear algo que le sonaba a Estrella Morente, ella se veía en el espejo y quería reconocerse…¿te vas a coger a una mujer?, estás a punto de estar con una mujer en la cama, ¿lo vas a hacer…tú?

Kiki le gritó desde el baño…anda ven para que te quites la sal. Salió del baño envuelta en la bata, y abrió el refrigerador enano que había en el cuarto…vaya, tu si bebes eh!, mira nada más queda el vodka. Pues un par de vodkas preparó mientras ella estaba en la ducha. Ahí también había espejo. Entonces se veía la cara para reconocerse, para saber si esa que era ella y que veía era quien iba a irse a la cama con una mujer…en unos momentos, o sea en cuanto dejara la regadera.

Al salir de la ducha, Kiki le ofreció el vodka con agua quina y hielos. Ella le dijo que prefería no seguir bebiendo…ya me siento bastante borracha. Se lo dijo porque se sentía mareada, pero también porque era una buena excusa para dejarse llevar. No se quería juzgar y al día siguiente tendría el buen pretexto del alcohol. Sin embargo le dio un trago largo a la bebida fría.

Kiki le quitó la bata y la empezó a tocar. Paso sus manos por el cuello mientras ella cerraba los ojos para no ver que era una mujer quien estaba frente a ella. Después se detuvo en los senos, bajo por el estómago, le tocó las nalgas, y bajó con los labios hasta la vagina. La besaba por dentro para sacarle la última gota de Caribe y ella no podía creer el gozo. Era lo mejor que le habían hecho en su vida. Kiki se masturbaba con una mano aprovechando que en cuclillas tenía las piernas abiertas.

Kiki se paró. Se besaron en la boca y se tendieron sobre la cama. Kiki sabía lo que hacía. La recorría con manos y labios de arriba abajo. La penetraba con lengua y dedos, la hizo venir varias veces. Ella se dejaba hacer, tocaba a Kiki con pudor, intentaba hacerle a Kiki lo mismo que ella estaba recibiendo, pero no podía dejar de pensar en el hecho de que estaba con una mujer.

Tardó un rato en perder el control hasta que ella hizo gala de sus habilidades. Las dos formaron un pulpo caribeño de senos, nalgas, brazos y piernas. Se besaron, se lamieron, se mordieron, se hicieron venir. Ella nunca había tocado nada femenino que no fuera suyo, y tocarlo todo que es lo mismo que se tiene, pero en otra persona, es una experiencia que nunca imaginó tan satisfactoria. Senos redondos, nalgas duras, vientre terso, espalda suave, cuello fino y largo.

Todas esas partes que ella conoce las estaba reconociendo en otra mujer, disfrutándolas en otra mujer, sintió que se estaba haciendo el amor a ella misma. Entre el alcohol sus pensamientos no giraban alrededor de que otra mujer la estuviera colmando en la cama, sino que ella estuviera colmando a otra mujer. Kiki sonreía, gemía, pedía un poco más…así, no pares.

Abrazadas se quedaron dormidas poco antes de que ella tuviera que irse a la reunión. Con un dolor de cabeza que no le cabía dentro se levantó. La vio ahí tendida. Kiki en su cama, cubriendo su desnudez con una sabana blanca. No hizo ruido. Se metió en la ducha, se arregló y salió.

Antes de salir a tomar el taxi, pasó por la recepción y le dejó un mensaje escrito a Kiki con el gerente del hotel: “te espero hoy a las 8pm…sin alcohol esta vez…en el mar”.

lunes

Salmón, venado y los sabores de Estocolmo


Desde años atrás tenía curiosidad por visitar Estocolmo. La Venecia de escandinavia. De su diseño siempre vanguardista, de sus bandas pop que no se parecen a ABBA, de su seleccionado-futbolista modelo de calvin klein, de los emporios ikea y h&m, de marcas y diseñadores famosos había escuchado bastante. Pero de su comida jamás. Lo más cerca que estuve de comer algo tan próximo al círculo polar fue cuando cumplí 30 años y los celebré en Riga. Tan ni al caso estuvo el menú que no me acuerdo de lo que comí en los días que estuve en la capital de Letonia. Pero Riga no es escandinavia.

Después de la visita ya no me suena a casualidad que de Suecia sean originarios varios de los ganadores del Bocuse D'Or (Mathias Dahlgren o Melker Andersson) y que sean varios los restaurantes en la capital reconocidos con estrellas michelin. Aunque la cocina sueca no sea precisamente como la francesa, la italiana, la india, la china o la mexicana en variedad y exquisitez, ha logrado con sus carnes de bosque y mar frío menús que compiten con cualquier muestra de estas reconocidas cocinas.
Yo que soy amante del salmón enloquecí al darme cuenta de que dicho pez es parte de la comida de todos los días para ésta "pobre gente". Desde un aperitivo hasta una cena engalanada puede ser cocinada con un pedazo de salmón fresco. Lo comprobé desde el primer día cuando fui a comer al Sibiriens Suppkök. El lugar es muy agradable, con el menú anotado en un pizarrón que incluye diversos tipos de sopas acompañados con pan negro y con semillas. Un sitio muy tranquilo, atendido por el chef y dueño, a precios accesibles y que aunque lejos del bullicio del centro, bien vale la pena la caminada por el barrio de Vasastaden.

La recomendación fue probar la tradicional sopa de mariscos que no tiene desperdicio. Me recordó a la Bouillabaisse (sopa francesa de pescado) y no dudaría que ésta sopa sueca estuviera inspirada en aquella. La base era un caldo de mariscos y una mezcla perfecta de especies como el tomillo, la albahaca, el perejil y el laurel. El caldo se espesa con jitomates cocidos y se adorna con una crema rosada y eneldo. Los pedazos de salmón, langosta, camarones y los mejillones flotaban en medio de un mar rojo de sabor acidito propio del jitomate. No noté el vino blanco de la Bouillabaisse. Probablemente no lo lleva. Sopa sopa, pero era un perfecto plato completo.
El Sibiriens Suppkök es uno de lugares para visitar en Estocolmo.

La sidra de pera fue otro descubrimiento, que aunque es de la Carlsberg, una empresa danesa, en Estocolmo se vende como propia. Una bebida ligera, con menos de 5% grados de alcohol y que además es una opción para no pagar los 8 o 9 euros que cuesta una copa de vino malo. Tomar vino en Estocolmo es un lujo, y no tomarlo una pena, pues con las carnes y los peces se antoja. Pero no como para desfalcarse. En general el alcohol en Suecia es caro, la mía fue una visita casi abstemia.

Otra curiosidad que tenía era la de comer carne de venado. No tardé mucho en encontrar lugares que lo ofrecían en sus menús de medio día. Caminando por el barrio de Södermalmstorg encontré una plaza simpática con tres restaurantes de cocina sueca. Me decidí por el que era atendido por un mesero que parecía el postre. Del lugar no recuerdo el nombre, pero al menú todavía lo sueño. El precio del menú incluía el bufet de ensaladas con todo tipos de verduras frescas, dos cervezas ligeras, un plato fuerte y un postre. El plato fuerte para mi buena suerte era carne de venado al carbón bañada en una salsa de champiñones, acompañada de puré de papas y mermelada de arándanos. La carne de venado tiene un sabor muy particular, no es tan fuerte como el chivo o el borrego, pero no sabe a res. Es simplemente venado, un sabor que tenía todo de nuevo para mí y que me encantó. En Estocolmo lo preparan en todo tipo de presentaciones. Estos filetes en salsa de champiñones fueron solamente una prueba.

Los desayunos suecos son, como en todos los países del norte europeo que conozco, aburridos: pan, mantequilla, queso, tomate y pepino y algún embutido. A pesar de los años, aún no me acostumbro a desayunar de esa manera. Por eso durante mis días en Estocolmo ayuné con un café y un pan dulce para esperar la hora de la comida. En Estocolmo se hace una pausa para comer entre las 12 y la 1pm, así que ayunar no es un sacrificio, sobre todo si la comida ligera del medio día incluye un pedazo de pan con salmón y verduras frescas aderezadas de una mayonesa con eneldo. El salmón se puede sustituir por camarones, o por otro tipo de pescado, pero partiendo de mi lujuría por el pez rosa, yo siempre lo comí con salmón, que aderezado con limón y eneldo es una maravilla propiamente sueca.

Desconociendo el origen de su cacao, los suecos son amantes del chocolate. Hay chocolaterías famosas como la Chokoladfabriken en el barrio de Södermalm, en donde se pueden comprar exquisiteces de chocolate combinadas con delicias como fruta de la pasión, maracuya, licor de café y vino tinto, o mermelada de chocolate con ruibarbo o de naranja con chocolate. Los precios poco accesibles me hicieron ser sumamente selectiva, pero lo que probé valía su peso en coronas. La Chokoladfabriken ofrece cursos para hacer chocolate (Más info: http://www.chokladfabriken.com/)

Caminar por Gamla Stan es algo que se debe hacer estando en Estocolmo. Es uno de los barrios más antiguos de la ciudad y está lleno de lindos edificos, antiguas iglesias, calles y callejones que son motivo de fotografías varias. El barrio también tiene muchas opciones en cafés, restaurantes y bares. Una opción para quitarse la tentación del chocolate que no se puede comprar es ir al Chokladkoppen, en la plaza de Stortorget. Sentarse afuera, ver las torres de las iglesias y la gente que pasa o que está en las terrazas de alrededor. Cubrirse con una cobija -que están de cortesía sobre los sofás, sillas y mecedoras- degustar un café o un chocolate caliente con un pedazo de pastel mientras se avanza en la lectura del libro, es un bálsamo cuando cae la tarde y empieza a llegar el fresquesito del mar báltico. El chocolate caliente ahí es denso, pesado, poblado de sabor y rebosado con crema, chocolate líquido y chocolate rallado. Mi mejor chocolate caliente definitivamente es sueco.


Pasearse por los mercados de Estocolmo es también una experiencia glotona. Especialmente si se visitan el Hotörgshallen en Norrmalm o el Östermalms Saluhall. El primero es un sótano en donde abundan las tiendas de productos típicos de Suecia (como la miel de abeja con rosas, la mermelada de moras, los chocolates con vodka, diversos tipos de panes, pasteles y tartas, licores de frutas del bosque), las tiendas para comprar productos de mar o tierra, y los restaurantes (que más bien son puestos de comida) para comer ahí el pedazo de salmón o la docena de mejillones que se te antoje que te preparen en ese momento. En un ambiente de mercado muy popular y muy concurrido entre locales se puede comer desde carne de venado asada hasta una langosta a la mantequilla con vino blanco acompañada de papas fritas. En el segundo, el ambiente lo sentí un poco más turístico, o será que lo visité en sábado, estaba llenísimo y no había manera de sentarse frente a ninguna de las barras en donde la comida es servida, una pena porque vi unas maravillas en las vitrinas.
Y como no pude comer en el östermalms saluhall, me regalé una última cena para no olvidar en el Bakfickan, abajo de la sala de la ópera. Haciendo tiempo para entrar a la función de danza contemporánea, me fui a cenar a este restaurante que entre locales es famoso por sus cortes de carne de res y venado y sus especialidades de mariscos de la temporada.

Yo me decidí por la caserola de pescado con hierbas y parmesano. Salmón y más salmón en una salsa espesa que tenía además papas y zanahorias y un ramito completo de eneldo. La caserola estaba riquísima, el sabor de la salsa bien combinado sin que ningún ingrediente sobresaliera sobre otro y el salmón, una vez más, un rey. De postre pedí una mousse de frutas del bosque, muy típico del lugar y de beber una pesadísima, oscura cerveza checa.

El lugar muy agradable y el trato es muy amable, ya que el sitio es chico y no caben mas de 20 personas. Además me dio la impresión de que siempre van los mismos clientes pues todos se conocían. El sitio tiene una barra con vista a la cocina y cuatro mesas para dos personas cada una. Asistido por personas que en general comen solas, no me sentí rara entre tanta alma individual degustando los platillos del restaurante.
Ya para despedirme de la ciudad, disfrutando el sol que rayó ese día sobre el Báltico y el Mälaren, comí mi última porción de venado. Esta vez en forma de hamburgesa. Carne molida de lomo de venado en medio de un pan con queso, lechuga y jitomate y la indispensable mayonesa con eneldo, una experiencia, sobretodo partiendo de que tenía meses sin comerme una hamburgesa. Junto con mi vaso de sidra de pera y un plato de papas fritas perfectamente hechas, fue la despedida inolvidable de mi visita a esa ciudad del norte.


Hay lugares que me encantan por la comida, pero Estocolmo me sorprendió por su comida. Desde sus tentempiés del medio día, hasta sus postres sublimes, pasando por sus carnes de mar y bosque, nunca esperé que los sabores fueran tan delicados y sutiles, y aunque la comida no es tan variada como en otro tipo de cocinas, sé que si me hubiera quedado otros días más me hubiera seguido sorprendiendo. Para mi colección me compré el libro de "Clásicos de la cocina sueca", a ver si un día de estos me transporto hasta Estocolmo en un buen pedazo de salmón con eneldo.

jueves

Mujer Canosa

Me gustaría saber de donde viene la frase “echarse una cana al aire”. La escuché de niña y siempre supuse que se les atribuía a los hombres casados que después de años de relaciones formales se encontraban con que la secretaria o la mesera de su bar favorito podrían sacudirles el polvo del matrimonio. Una infidelidad de fin de semana con alguien con quien no se llegaba a una relación amorosa ni profunda.

Pero yo encontré que las canas al aire no sólo se las echan los hombres casados y mayores, sino también las mujeres casadas, comprometidas, jóvenes y solteras. Yo por ejemplo, tengo ganas de una cana al aire que abunde mi peluca gris que se mueve a los cuatro vientos.

Tengo ganas de encontrar en el lugar menos esperado al que sea el menos esperado. Un desconocido o un conocido con pocas referencias. Tengo ganas de verlo primero de lejos, de cruzar miradas un poco más de cerca, de lograr hablarle no más de cinco minutos sólo para saber si puede ser la cana que quiero echarme al aire. Tengo ganas de coquetearle por primera vez a alguien.

Tengo ganas de hablar con la certeza de que será mi noche, de verlo a los ojos para dárselo a saber: tú y yo vamos a acostarnos hoy. Y teniendo esa certeza dirigir lo que sucede, lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace.

Y si todo sale bien y el coqueteo calienta, entonces irnos a su casa o a la mía (o a un cuarto de hotel de cuarta) y dejar al aire los cuerpos después de haberlos acercado, restregado, empalmado, sudado y retorcido juntos. Y después que me deje ir, o que se vaya él, dejando la mitad de la cama vacía, y que no me deje su número de teléfono ni me pida mi correo electrónico.

Que no deje ninguna posibilidad de un segundo encuentro porque entonces no sería cana. Que deje el sabor en la piel y el olor en las sábanas y el recuerdo del efímero nosotros. No más.

Una cana que me llene el hueco de ganas que tengo. Que saque la energía que tengo guardada para los desconocidos que me desconocen. Esa energía que sale cuando sé que estoy con quien no debo, a quien no quiero, al que no espero. Que libere esa energía que sale como un torrente abrumador con ruido aturdidor.

Eso me provoca una cana al aire.

Y para eso son las canas al aire: para re-nacer, para re-vivir, para re-gocijarse y para volver a la vida sintiendo que algo nuevo acaba de pasar. Son sanas, saludables y recomendables las canas, por eso las echamos al aire sin remordimiento, sin culpa.

Y entonces tengo ganas de una de esas canas: como la rusa, la griega, la vasca, la italiana, la gringa, la árabe…y el etcétera que me tiñen metafóricamente el cabello de gris. Sin temor lo digo: echármelas me ha ayudado a recuperarme más de una vez, me ha devuelto al mundo cuando más lo necesitaba.

Yo ya no voy a terapias, yo mejor me echo canas al aire.

Soy una mujer canosa de oscuro cabello...o sea soy una mujer ganosa.

viernes

Come queso

Cuando era niña odiaba el queso. Creo que nos pasa cuando se deja uno guiar por los olores para meterse algo en la boca. En mi caso el queso salía perdiendo. Cuando refiné mi sentido del olfato y aprendí a apreciar olores fuertes, penetrantes y contundentes empecé a comer queso. Tenía como 16 años. Descubrí lo fácil que es preparar quesadillas de tortilla de maíz y el queso se popularizó como pocos ingredientes de la cocina. Dejaba las tortillas quemarse un poquito mientras el queso se derretía y después las servía con rodajas de tomate fresco y de aguacate.
Desde entonces me encantan las quesadillas. Antes de enamorarme absolutamente de la cocina, fui hacedora de quesadillas por mucho tiempo y preparándolas experimenté los sabores de algunos de los quesos mexicanos: el quesillo de Oaxaca con polvitos de chapulín, el queso chihuahua con salsa verde, el asadero con salsa de miltomate, el queso panela con aguacate, el requesón con ramitas de epazote.
Cuando empecé a viajar buscaba y probaba los quesos típicos y así conocí el queso rueda y el queso de hoja de Veracruz, el queso doble crema de Oaxaca y el queso bola de Ocosingo, Chiapas. Después conocí los quesos europeos, mi lista de favoritos aumentó y mi gusto por el queso se consolidó convirtiéndose en uno de los alimentos que más disfruto con absoluta pasión, lujuria y gozo. Legado romano, a un pedazo de queso nunca le puedo decir que no y cuando empiezo a degustarlo se inicia en mí un proceso como el de estar enchilada: quiero seguir comiendo.
Afortunadamente como los vinos, los quesos constituyen en la cocina un mundo que gira sobre su propio eje, por lo que siempre hay algo nuevo para descubrir, asaltar y sorprender al paladar.

Además, por sus olores, sabores y texturas yo encuentro a los quesos alimentos amenazantes, pero también sensuales y seductores que, combinados con el vino correcto, pueden ser el preámbulo para otros momentos de gula. No en vano los franceses y los italianos los consumen después de la comida, incluso después del postre, como preludio.

Creo que no ha habido queso que no me guste. Hay unos que me gustan más y otros menos. Porque prefiero los de sabor fuerte y olor más fuerte aún, estoy por los quesos europeos como los quesos franceses.De pasta blanda con corteza enmohecida y con corteza lavada (el Camembert y el Brie, o el Mont D’Or y el Livarot) son ideales para poner en un pedazo de pan. Los azules fuertes como el Roquefort y los Blue (d’Auvergne, de Bresse, y de Causses) que con pedazos de pera son un delirio. De sabor más suave que incluso pueden formar parte del desayuno los quesos de pasta prensada también valen la ingestión de calorías: el Morbier, uno de mis favoritos, el Saint-Paulin, o el Reblochon. Y de sabor casi afrutado el Comtè y el Gruyère. Deliciosos

Según yo, los quesos italianos son menos sofisticados pero no por eso menos ricos. El gorgonzola me gusta pero más que a pedazos para preparar una salsa para una pasta, por ejemplo. Los quesos grana, pecorino y el parmesano no los olvido como corona de las pastas o las ensaladas. El queso fontina delicado y especial para hacer el fondue a la italiana…mmm. El mascarpone principal ingrediente del tiramisu. El famoso ricotta muy utilizado para cocinar platos salados o dulces. El queso mozzarella indispensable de la pizza y si es de búfala, mejor. El provolone que me puede matar de placer si esta asado con la corteza quemada.

De España aprecio con todas las papilas gustativas sus buenos manchegos, su queso Roncal de leche de oveja y el queso fresco de Burgos. Pero me quito el sombrero ante el queso Cabrales, un queso azul que es sublime.
Los holandeses son también expertos hacedores y consumidores de queso. Famosos en el mundo el Gouda, el Edam y el Massdam le han comido el crédito a otras delicias escondidas en pequeños pueblitos rurales. El “farmer cheese” o queso de granja no tiene comparación. Tampoco su Old Amsterdamer, un queso amarillo, de pasta dura y seca que va increíble con una mermelada de jengibre o con mostaza fuerte.
Todos los aquí mencionados me gustan. Pero mi locura se desata con los quesos de cabra: españoles, italianos, franceses (recuerdo con gusto los Selles-sur-Cher y Chevrai) u holandeses, para mi el queso hecho de leche de cabra no tiene igual. Blancos o con ceniza, con hierbas aromáticas o envueltos en hoja de parra, frescos como una pasta que se derrite en la boca o pedazos firmes que hay que masticar para saborear, el queso de cabra es para mi gusto el rey absoluto de los quesos.


Aquí sólo estoy mencionando una pequeña muestra del mundo quesero. No hay que olvidar el riquísimo queso Feta y el Halloumi como buenas contribuciones de Grecia y Chipre, respectivamente, el Cheddar inglés y el Harzer Kässe de Alemania.
En el mundo del queso hay todo un sistema de clasificación, denominaciones de origen, calidad controlada y una cantidad de etc’s para expertos en el tema. Yo no pretendo serlo. Pero cuando tengo oportunidad de entrar a un mercado o a una tienda de quesos me detengo, pruebo y pregunto porque pretendo seguir conociendo, comprando y cocinando quesos que representan una galaxia dentro del basto universo culinario. Pienso que fue una pena perderme este placer por tantos años, aunque ahora tengo la certeza de que he recuperado el tiempo perdido.

Horneado, relleno, espolvoreado, gratinado, fundido, frito, asado, en ensaladas o así tal cual es, con una copa de vino (o a la holandesa con una cerveza), el queso es definitivamente uno de los alimentos más versátiles de la cocina occidental…Por eso digo: COME QUESO.

miércoles

Los hombres jóvenes

A mis años los hombres jóvenes me despiertan curiosidad y me inducen calentura. No todos es verdad, pero no puedo negar que me llaman más la atención los chamacos que los atractivos hombres maduros con canas en las sienes.

Recuerdo a los hombres jóvenes que conocí cuando tenía mis 20. Su olor del día, su aliento fresco, incluso por la mañana, su textura de piel, su cara lisa, su cabello abundante, la eterna energía.

Yo los miro por la calle y los observo. Su caminar, su manera de vestir, su comportamiento y su manera de hablar son distintas a las que tienen los hombres con los que ahora me relaciono. No quiero entablar una relación sentimental con un hombre joven, pero desde que cumplí los 30 los chicos se convirtieron en un antojo que lamentablemente me he cumplido pocas veces.

A pesar de las ventajas que una mujer a mi edad representa (ya pasamos por todo, no queremos compromisos con chicos, pero tenemos experiencia y ganas de compartirla) a los hombres jóvenes las treintañeras, como yo, no les interesamos especialmente. Tristemente lo he comprobado.

Ellos por el contrario, van por el mundo con sus jeans, sus cortes de cabello atrevidos, sus playeras con diseños modernos y sus tenis, atrayendo mis miradas y en ocasiones hasta sacándome un suspiro.

En una ocasión que esperaba sola a unos amigos en la barra de un bar, se acercó uno de estos especímenes de no más de 23 años. Platicamos un rato y hasta me ofreció una copa de vino. Después de coquetearnos por minutos y de hablar un poco de nosotros mismos caímos en cuenta de que él era amigo de mi hermano menor. Después de decir "ah! tu eres la hermana que está casada con un alemán y que vive en Berlín", el amigo de mi hermano se disculpó diciendo que iba al baño y, por supuesto, no regresó. Un pena porque el chamaco estaba de diez.

Cuando he logrado hablar con alguno de ellos reconozco su idealismo juvenil, su punk-roquismo inherente, sus ganas de cambiar el status quo, de combatir al mal gobierno, de apoyar causas nobles, de resistir el imperialismo, de subvertir las normas, de dar el rol por el mundo y de comérselo completo. Todos quieren hacer un largo viaje, tener una banda de música, ser artistas visuales o activistas políticos.

En un viaje un joven de estos y yo compartíamos el mismo vagón del tren. Contrario al resto de los viajeros no hablabamos árabe por lo que hablamos en inglés por horas. Yo le veía los labios y tuve la certeza de que él veía los míos. Estaba segura de que al llegar a nuestro destino podríamos pasar un buen tiempo juntos, porque viajábamos solos en ese país de desierto y mar, hasta que me preguntó si aún no me arrepentía de los tatuajes que tengo, "because my mother regrets about hers". Creo que al llegar a la estación de trenes ni me despedí de él.

En las pocas ocasiones que he logrado que se interesen por mí los hombres jóvenes no pueden ocultar la inexperiencia, la falta de madurez y la precosidad. No pueden ser directos porque no saben cómo y, aunque yo no escondo mis intenciones, prefieren pasar por el ritual del "let's met each other" para no verse tan atrevidos, aunque después en cuanto planten el primer beso ya se estén quitando los pantalones.

El faje no funciona porque los pobres se ponen como calentones de agua que la hierven en cuestión de segundos. Así que más vale enterarse de algo y aprovecharse porque si no una se queda a medias.

La última vez que estuve con un joven que era 8 o 9 años menor que yo me sucedió eso. El antecedente, que daba la impresión de que lo que venía podría ser bueno, duró unos diez minutos, mientras que el acto duró tres!!! No muy bien me había penetrado cuando me dijo que terminaría. Me dieron ganas de aventarlo por la ventana.

Yo no recuerdo si así era el sexo cuando tenía los 20 (años, que no hombres). Pero si así fue estoy segura de que no consideré la eyaculación precoz una desventaja porque si no me hubiera saltado unos diez años para probar a los treintañeros.

Sin embargo y a pesar de todo esto sigo viendo y deseando a algunos hombres jóvenes que veo por la calle: como si fueran el postre prohibido en una dieta, la copa de vino que está de más, la taza de café que no debería tomar por la tarde, el cigarro número diez del día.

En fin, que los hombres jóvenes son mi tentación por momentos. No sé si es porque su condición de jóvenes me recuerda que yo tuve su edad o porque me recuerda que jamás la volveré a tener. O son solamente una más de las nuevas perversiones de la edad.

lunes

Bersi Serlini

Cuando los que no la conocen la imaginan, imaginan a Italia en Roma, Milán, Florencia y Venecia. Cuando los que llegan la visitan recorren estos lugares añadiendo por curiosidad, tal vez, Verona, Nápoles o Pizza. Pero muchos pasan de largo sin advertir otros tesoros como los que se esconden entre el Lago de Iseo y el Valle Camónico.
Agua clara, altas montañas y viñedos son los elementos que conforman el paisaje de esta región en el norte de Italia. Ahí en donde se esconden pueblos llenos de viandas y manjares para ofrecer a ojos y paladares.
Una de estas regiones es la Franciacorta, mundialmente famosa por su producción de vino. La Franciacorta se ubica en la provincia de Brescia, en la Lombardia del norte italiano. No muy lejos de Milán para dar una ubicación más popular. El bellísimo paisaje esta poblado de viñedos y de entre ellos sobresalen las casas productoras de vino en estilos que van de lo moderno a lo más clásico.
Los vinos tinto y blanco de la Franciacorte son conocidos pero no los mejores de Italia, sin embargo el vino espumoso se conoce, reconoce y disfruta por su particular calidad. El espumoso de la zona se produce por el Mèthode Champenoise utilizando básicamente Pinot Nero, Pinot Bianco y Chardonnay. El vino de la región se ha ganado su propia Denominación de Origen Controlada (DOC) y los productores de la región lograron eliminar el término de “Vino espumoso” por el de “Método Franciacorta” para etiquetar la particularidad de su producción y calidad.
Ir a la Franciacorta es sinónimo de visitar un lugar espectacular en donde se come como los reyes y se bebe como los dioses. Afortunadamente lo comprobé en mi ultima visita a Italia en donde tuve la oportunidad de probar los vinos de Bersi Serlini. Empecé con el Curtefranca Bianco de 2006 (100% Chandonnay) para acompañar el primer plato; seguí con el Curtefranca Rosso de 2006 (40-50% de Cabernet Franc y Cabernet Savignon, 30-40% de Merlot, 10% de Barbera y 10% de Nebbiolo) para el segundo plato-. Sin embargo decidí quedarme el resto del día –que era largo- con el espumoso Brut Vintage 2000, una delicia 100% Chardonnay.
Este fue mi día en Bersi Serlini, casa fundada en 1886, uno de los botones de la muestra para entusiasmar a esos que planean visitar Italia sin dejar pasar los secretos de la provincia rural.

Mas información: http://www.bersiserlini.it/

El cuerpo fuera de mi Olimpo

Me acordé de lo que una vez me dijo mi amiga italiana: “Charla, los turcos son puro cuerpo”. Sin embargo él no era turco, sino griego. Y aunque entre ellos tengan diferencias culturales y disputas históricas yo creo que los griegos también son puro cuerpo.

Verlo sentado frente a mi tocando una bella guitarra negra acústica, irradiando pasión en cada canción, observando todos sus movimientos -que eran los propios de quien se conecta con lo que está haciendo- me hizo sentir curiosidad por saber si el Ouzo es de verdad tan distinto al Raki.

Probablemente se llama Costas o Giles, Homer o Rhodes o Soterio, para mi ahora da lo mismo pues desconozco absolutamente todo de él. Casado, estudiante, empleado, migrante, soltero, gigoló, gay, adinerado…no tengo la menor idea de los adjetivos ni las condiciones que califican a su persona, por supuesto tampoco conocí su olor ni su textura.

Sólo por haberlo escuchado cantar y tocar me hubiera emborrachado de él si me lo hubiera permitido. Cantando de la manera que lo hizo entró con su voz en mis íntimas pieles. Mientras lo escuchaba me humedecí como si nadara en al Adriático. Era Eurínome.

Abrazando enamorado su guitarra como si fuera su mujer cantaba sin pena, con una voz que salía desde las entrañas que me hubiera gustado conocer. Su voz me penetraba desde los oídos, viajaba por mi cuerpo y se quedaba vibrando en tonos bajos ahí, en el lugar que lo esperaba.

No me vio en toda la noche. Concentrado en el tono, en la afinación, en las letras de las canciones que en griego e ingles cantó, no me dirigió una mirada en toda la noche. Yo sufría disfrutando, llamándole inútilmente con los ojos abiertos y fijos en su persona, mientras sentía la temperatura de mi cuerpo escalar grados de a poco a poco, fundando la certeza de que ese griego era puro cuerpo.

Pero ante su indiferencia la fantasía. Viendo sus antebrazos endurecidos por el esfuerzo de tocar, viendo sus ojos entreabiertos, viendo sus piernas marcar el ritmo que él llevaba dentro, viendo toda esa sensibilidad expresada pude entrar al mundo de las imágenes y de la fantasía. Ese en donde él me abrazaba fuerte y me besaba, en donde me cantaba una canción no aprendida ni por mi conocida en esa lengua que Eros y Afrodita entenderían. En las imágenes era una ninfa por Poseidón poseída. Ahí estaban todos los dioses y las diosas vigilándonos, festejando nuestro coito apasionado con música compuesta por Mikis Theodorakis.

Tanto recordar las historias de Hesíodo y Homero para distraerme, para evitar enfrentar mi apetito con su inapetencia que por primera vez no era de comida griega sino de sexo griego.

Yannis, Darius o Basilis, el griego que nunca volteo a verme, quien ni siquiera se percató de mi presencia cuando le canté “Bésame mucho” en silencio y con los ojos “como si fuera esta noche la última vez”…merece ser arrojado fuera de mi Olimpo.