lunes

Tamaliza en la mixteca...

VI. Tamales listos para comerse...



V. Tamales cocinándose...



IV. Tamales listos para entrar en la olla...


III. Hojas de maíz con masa y pollo esperando el mole...



II. La masa de maíz con caldo de pollo y aceite...

I. Mole listo, pollo cocido y caldo de pollo...








miércoles

Un inoportuno olor a chocolate

Era de noche. Siempre me esperaba a que oscureciera para llegar a su casa. No era difícil en esa ciudad que escondía el sol tan temprano en el invierno. Aunque hacia frío –y porque hacia frío- llegaba sudando a su casa…y no era de nervios.
Un trayecto de 27 minutos en bicicleta separaba su casa de la mía y en el invierno ese trayecto yo trataba de hacerlo en menos minutos. La consecuencia de mi cadencia y mi ritmo era el sudor que me empapaba la espalda bajo tanto trapo.
Sostén, camiseta de tirantes, blusa, suéter, abrigo, bufanda, guantes, gorro, medias a medio muslo, calentadoras bajo los pantalones, botas. Por meses el ritual de salir y entrar de un lugar implicaba minutos de poner y quitar prendas. Dependiendo del contexto una cosa podría ser más divertida que la otra.
Llegue roja de las mejillas y agitada por el calor y por el frío. Tenía la nariz escarchada, los ojos llorosos por el aire congelado. Amarre mi bicicleta con su candado a una reja segura. Subí las escaleras al primer piso de su puerta. Mientras lo hacía me quitaba el gorro y los guantes, me iba desanudando la bufanda.
Cuando se abrió la puerta un par de ojos azules como un cielo de verano aparecieron para recibirme. Y entonces me abrazó y me besó como si no me hubiera visto en semanas. En realidad no recuerdo si habíamos pasado semanas sin vernos.
Me desabrochó el abrigo, me quitó el suéter. Yo quería hacer lo mismo pero él tenía ya “demasiada poca” -como se dice en su lengua- ropa. La chimenea y la estufa encendida provocaron varios y agradables grados en la sala de su casa. Por eso estaba esperándome en playera, jeans y calcetines.
Le gustaba cocinar y esa tarde me estaba preparando algo muy típico y tradicional. Yo me quejaba con frecuencia de la comida, pues la propia del lugar puede ser bastante monótona y aburrida. Él me demostró lo contrario en varias ocasiones.
Pero ahora no quiero recordar el menú que estaba preparando con carne por supuesto, con papas por supuesto, con salchichas por supuesto y algo de col…pero por supuesto.
Quiero recordar que estaba contento porque su novia se había ido a visitar a su familia cerca del Rhin. Estaba contento porque había avanzado en la escritura de su novela. Estaba contento porque con el trabajo de ese helado mes podía descansar varios y dedicarse a lo suyo.
Pero estaba especialmente contento porque yo estaba ahí. Y hacer feliz a la gente es mi mayor placer.
Me quité los zapatos, como siempre que hay un limpio piso de madera. Me ofreció un Riesling blanco para preparar el estomago. La carne en la estufa necesitaba más tiempo para cocinarse. Y nosotros necesitábamos tiempo para cocinarnos.
De verdad no recuerdo cuanto tiempo había pasado desde mi última visita, pero estábamos contentos porque estábamos ahí.
Los olores de la cocina llegaban a la sala en donde descalzos jugábamos una guerra de pies arriba del sofá.
La lámpara encendida daba una tenue iluminación a la sala.
Nos besamos como lo hacíamos cuando sabíamos que queríamos tenernos.
Bajamos yo sobre él, él sobre mí. El sofá se nos hacia chico pero las posibilidades eran varias.
La carne estaba en su punto. Sólo un poco más de su propio jugo para que no se pegue.
Regresó a la sala y dijo que pronto podríamos comer. Seguimos.
Yo ya estaba comiendo.
Con las medias a medio muslo aun puestas y el sostén en su lugar nos fuimos acercando a la ventana, hasta que me senté sobre el bordo. La ventana no tenía cortina y daba a la calle. Una calle poco transitada -es cierto- pero con muchas otras ventanas.
En pocos segundos ya estaba penetrándome y yo chocaba la espalda contra el vidrio. Me tomaba del cuello para evitar un golpe. Yo lo tomaba del culo para no quebrarle los cristales.
Sentía que alguien nos veía. Aunque estaba de espaldas y no podía confirmar quien era y desde donde, me parecía imposible que de entre tantas y tantas ventanas frente a la nuestra nadie estuviera viendo una espalda y un culo de mujer y la cara del vecino fornicando en publico.
La idea me excito más. Me hubiera gustado ver (simultáneamente al acto) quien nos veía –un hombre o una mujer, estaría joven o seria viejo, guapo o feo- me hubiera gustado saber cómo se sentía -se estaría divirtiendo, se estaría masturbando, se estaría sorprendiendo, se estaría burlando, se le estaría antojando-.
Imaginando al posible “voyeur” terminé sin piedad.
Un olor a chocolate se intensificó y me dio risa imaginar que mi vagina mojada y complacida podía oler a chocolate. En ese momento él se acordó del postre en el horno.
El “Schwarzwaelder Kirschtorte” gritó y salió (literalmente) corriendo a la cocina. En decir el nombre del postre se llevó varios segundos.
Me pare sobre mis pies y así, con medias a medio muslo y sostén voltee hacia fuera para ver quien nos observaba. No vi a nadie. Las ventanas estaban oscuras.
Nosotros cenamos y después preparamos juntos el postre que es de gran manufactura y es una delicia.
Volví a esa casa algunas veces. No en pocas ocasiones, mientras acomodaba mi bicicleta, distintas personas vecinas de la calle me veían con mirada extraña o curiosa. Incluso hubo quienes me saludaban de lejos.
Imaginé que no había sido uno quien me había visto esa vez a través de la ventana. Imaginé que dimos un espectáculo público para deleite de la calle. Imaginé que esa noche varios de los vecinos hicieron el amor con pasión y deseo. Y concluí que por primera y única vez en mi vida el chocolate de esa Schwarzwaelder Kirschtorte había sido absolutamente inoportuno.

viernes

Mi ultima mesa del OCHO



Charolas de quesos varios, salamis y jamones. Pan, papas fritas y cacahuates. El tequila.

Rollos de papel arroz con relleno de verduras frescas, tomates cherry con mozarella y albahaca, aceitunas, pate de atun con chipotle.

Lo mismo pero en la sombra junto a mi copa de vino.