martes

jamás había creído en el destino...

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¿cuántas personas que no se conocen y ponen una cita para presentarse, se encuentran sin planearlo en la quinta avenida de NYC? ¿cuántas milésimas de segundo se requieren para tomar decisiones que lleven a esas dos personas a caminar por un lugar, a pararse en ese sitio, a no detenerse? PUM!

jamás había creído en el destino...y no sé si ahora creo en él, pero siento que existe algo que por no estar escrito se está escribiendo para mi. es la parte de mi historia. es mi parte de la historia.

aún no lo conocía personalmente cuando lo encontré en la calle. lo reconocí por una foto que había visto antes incluso de haber puesto la cita que teníamos para tomar un café un lunes a medio día en la zona de Chelsea.

pero la cita se adelantó. ese domingo caminaba exhausta por la 5th Ave sin un rumbo definido. eran las 5 de la tarde. había oscurecido. era el horario de invierno que me acompañó junto con un buen clima. NYC fue amable. 

él estaba en la calle conversando. al pasar a su lado le reconocí. y aunque estaba acompañado, me acerqué diciendo su nombre en voz alta. él reaccionó. hola, si, soy yo. nos teníamos que encontrar mañana a mediodía pero mira nada más, aquí estás, dije alegrada.

hubo algo que me detuvo frente a él. sentía que no me podía ir y respetar la cita que teníamos para el día siguiente. hubo un momento incómodo. el momento de tomar decisiones. dudé. quería irme. pero quería llevármelo conmigo. me quedé frente a él e impuse mi intención. entonces surgió la idea de ir a tomar una cerveza. 

aquí cerca, que yo tengo una cita en un rato pero ahora tengo tiempo, me dijo él.

caminamos por el Central Park que nocturno se ve aún más grande. sonaban unos tambores africanos y pasamos por la fiesta de unos jóvenes que bailando se divertían. seguimos por unas calles para él conocidas en el west upper side. en pocos minutos habíamos ya reído por algo en un par de ocasiones. la risa divina me altera.

¿divorciado? bienvenido al club del que soy actualmente la presidenta.

entramos a un bar y pedimos dos cervezas de barril que acompañaron nuestra conversación. todo parecía ser tan común. hablamos de nosotros, de la ciudad y los amigos que compartimos por unos años cuando nuestras vidas paralelas transcurrieron en Berlín. nunca nos vimos.

¿cuántas veces quizás nos cruzamos en una calle? ¿en un bar? ¿en un parque? qué casualidad ¿no?...

jamás había creído en el destino...

risas y sonrisas hasta que nos despedimos con un fuerte abrazo y dos besos. me quedé con su olor en la mano derecha. esa mano que paso por la mejilla de la gente –especialmente masculina- a la que abrazo para despedirme.

nos dijimos “adiós” con la idea de un encuentro futuro que podría incluir pinot noir y jacuzzi en un bosque. era una broma. pero a mí el futuro me pareció lejano.

entonces le pedí una cita para el día siguiente. no fue posible para él. es un tipo muy “occupado”. pero respondió y pidió tiempo extra para otro día. era de hecho mi último día en la ciudad. contesté así: una cita a la hora de la comida en tu casa, así estaré segura de encontrarte. mandame indicaciones y yo llego.

quiero verlo-estarlo.

sentí mis intensas intenciones. desde que hablamos y reímos. desde que noté que él me veía directo a los ojos y que de su boca salían palabras que expresaban inteligencia y sensibilidad. preocupación por el mundo. me seduce el buen humor. me seduce la capacidad de abstracción. también un olor definido y una voz poderosa. y nada me seduce más que unos ojos sorprendidos que ven lo que soy y muestro. esto soy yo. seductor es aún más quien no ha perdido la capacidad de imaginar. esto es él.

soy de fácil lectura -mis palabras son directas y soy mi misma sin ser una-. pero soy predecible. por eso los hombres inteligentes tienen la capacidad de saber lo que quiero. yo no salgo de cacería. pero dejo claro que podría prescindir del preámbulo y que no hay que tomarse el tiempo para “conocerme” si se me quiere tener muy cerca. nací para hacer feliz a la gente. él supo leerlo. generoso y compartido entendió la petición en las pocas palabras de mi correo electrónico.

y ahí estaba él. esperando en el balcón como si tuviera la prisa que yo llevaba por llegar. la prisa por acercarme concentrada en el estómago. tragaba saliva. la boca se me hacía agua imaginando la tarde que me esperaba.

jamás había creído en el destino…

subí a su departamento, entré a su recámara, hablamos de un par de cosas, abrimos una orval. cerveza trappiste bendita. por un momento creí que quizás estaba forzando el encuentro. pero me relajé y dediqué a emitir grandes dosis de tensión sexual con una conversación que era innecesaria y salía de una mujer sentada en una silla frente a un escritorio esperándolo todo.

quiero cogerte, le decía con la mirada y con los pies.

entonces él se acercó. me pasó el dedo por el tatuaje que tengo en la parte alta de la espalda. le gustó. sentí la punta de sus dedos y un escalofrío me recorrió el cuerpo. se quedó ahí en donde empieza el mundo según Gustav Courbet. acaricié la parte de su pierna que me quedaba cercana. era mi invitación. me tomó del cuello para besarme, me levantó de la silla con los labios. me acercó a la cama para acostarme. en pocos minutos yo estaba cubierta por un cuerpo ajeno.

me tocaba con deseo para desnudarme, me alertaba el sistema nervioso y yo respondí a ese llamado. le quité la ropa y yo me quité la ropa. nos besamos completos, nos tocamos, nos olimos y sentimos todo. pal-pan-do. sonaban los fleet foxes. me penetró con delicadeza y después con furia. sus huesos eran pesados y anchos, huesos de un hombre desconocido. N-U-E-V-O. sonaba también el ruido de la cama cuando se golpeaba contra la pared, sonaba mi femenino gemido sutil y expresivo, sonaban sus masculinas expresiones guturales. tuvimos que detenernos. sonaba beach house y las sábanas humedecidas guardaban ya sudor del bueno.

se fumó un cigarro. yo lo contemplaba, cerraba un ojo, después cerraba otro, e imaginaba las fotografías que Nan Goldin podía haber hecho en esa recámara en el sur de Brooklyn. una habitación iluminada con una pálida luz que anunciaba el cielo nublado de afuera y la enorme puerta al balcón que permitía su entrada. un paisaje de ropa revuelta, closet desordenado, papeles tirados y cosas que podían estar en otro sitio, si es que tenían lugar. éramos personajes de mi serie de fotografías “casualidad o destino”.

volvió a la cama. me penetró con ternura. después la furia. vino. sonaron ruidos de un estómago vacío que nos anunciaron que teníamos que parar y comer algo.  

la cita era para comer ¿no? ¿comer-nos?

él se duchó. yo me vestí. juntos salimos, hablamos, caminamos, nos tomamos de las manos, comimos, caminamos hacia un pequeño parque desde donde se ve el símbolo vacío de la estatua de la libertad. regresamos a la cama escapando del frío. horas de desnudez y deseo, de espasmos poderosos que llegaron como olas que pegan contra una cordillera de piedras. y splash! sentía una fila de orgasmos esperando su turno, peleando por salir de mi entraña. acumulándose en alguna de las 3000 terminaciones nerviosas que se alteran en un capullo adolorido.

jamás había creído en el destino...

entre besos y muchas caricias, conectando pieles sucedieron las conversaciones íntimas que recorrieron varios temas con pasión en las palabras. hablamos de las cosas IM-POR-TAN-TES.  elaboramos un gran plan. es el plan que no incluye un "nosotros" pero es nuestro. uno que no incluye límites ni condiciones. el GRAN PLAN es grande.

contra toda mi voluntad tuve que dejarlo en su casa y no volver a verlo antes de tomar el vuelo que me sacó de NYC.

pero caminé con ánimos hacia la estación del metro. llegué con alegría a preparar mis cosas. dormí poco aún oliéndome en la piel la tarde en Brooklyn. al día siguiente sonreía al mundo, el gran plan incluye un pronto encuentro en otra costa, lejana a esta, que quizá no tenga jacuzzi ni pinot noir, pero lo tendrá a él y me tendrá a mí. 

jamás había creído en el destino…

él me trajo de vuelta. en una tarde recuperé el espíritu que había metido en un baúl por algunos años. me desperté sintiendo mi cuerpo otro, alerta, inquieto, con ganas de repetir, sintiéndolo todo él, está vivo, mutando y conectándose consigo mismo. un cuerpo que quiere, desea, anhela todo lo que el mundo puede ofrecerle.

¿cuántas cosas en otra dimensión se alinean para que dos personas compartan el mismo espacio en ese preciso lapso de tiempo? ¿qué hay en el futuro-destino de ambas que les permite en ese cruce espacio-temporal conectarse con una mirada o con una palabra y abrir una de sus puertas para dejarse pasar?

jamás había creído en el destino...

gracias NYC!

lunes

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