sábado

Intimidad

¿Qué es exactamente lo que quieren decir quienes dicen “estamos saliendo”, “nos estamos viendo” al referirse a otra persona? Supongo que –por principio- quieren decir que no están teniendo una “relación”, que no se ostenta un título como “novios”, “compañeros”, “pareja”.
No ubico en mi memoria cuando estas expresiones empezaron a popularizarse. Pero ahora son muy comunes, mucha de la gente que conozco “sale” y “ve” a alguien.
Infiero que el nuevo significado de esos verbos es dejar claro que aun se está disponible, que no se ha adquirido un compromiso con alguien, que es posible meter reversa si las cosas no salen como se esperan. Pero también estamos diciendo que nos estamos acostando con esa persona, porque “salir con alguien” o “ver a alguien” implica algo más que salir con alguien y ver a alguien…creo que lo queremos decir que estamos teniendo intimidad.
Con intimidad no me refiero a la desnudez y al coito. Esa no es intimidad, eso es sexo. Si alguien cree que no puede tener sexo sin intimidad está equivocado. El sexo puro es de las prácticas más populares que hay sobre el planeta. Pero no, la intimidad es otra cosa, es una condición que se genera en el encuentro (metafórico) de dos personas.
Tener intimidad (o que haya intimidad) entre personas que se atraen, es esa condición que implica lo que se comparte, lo común, lo que se hace juntos al dejar conocerse, abriéndose (metáfora) para otra persona, dándole un sentido y un significado al acto sexual. Como dice Rick Garlivok, la intimidad requiere de un “encuentro real entre dos mentes”.
Por eso la intimidad engancha. Cuando dos personas se encuentran (en sentido literario) en la intimidad es cuando se empieza a generar un vínculo. Me ha pasado tantas veces.
Un hombre casado a quien yo “veía” me dijo un día en mi cocina: “me siento más infiel cuando cocino para ti que cuando me acuesto contigo”. Fue una imagen muy clara. Al cocinar algo para mi dedicaba su tiempo. Compartía una virtud –el tipo cocina como chef de restaurante con estrella Michelin- y el producto era para mi degustación y placer. Buscaba deleitarme y satisfacerme. Mientras él cocinaba y yo le ayudaba con los detalles y abría botellas de vino, hablábamos, y claro que en una cocina y mientras se cocina las conversaciones –en mi experiencia- suelen girar alrededor de nosotros. Ahí se huele, come y siente la intimidad.
El fondo de caracterizar las infidelidades como tales no se relaciona directamente a tener sexo con otra persona, sino a la existencia de intimidad. Una persona comparte algo con otra persona, encuentra algo en común que no comparte con la persona con la que supone el compromiso de pareja. Ahí es donde aún sentimos que hay un problema.
La cosa es que esto sucede, en mi experiencia, más frecuentemente de lo que la gente cree por una razón muy sencilla: así como no debemos decirle TODO a una pareja, tampoco podemos compartir todo lo que somos, deseamos, sentimos y sufrimos con una sola persona porque nadie es una persona. Quienes nos involucramos con otras personas lo hacemos mucho más por la necesidad de expresar otros seres que nos habitan, que por lo que nuestras parejas sean o representen para nosotros. Pero generalmente la persona que se siente engañada se duele, se atormenta y se cuestiona cosas sobre sí misma. Yo creo que eso es un error.
El hombre casado no cocinaba en su casa porque su mujer trabajaba por adicción y cuando llegaba ya había comido algo en la calle, o tenía cenas con colegas o quería cenar “algo rápido”. Si ella se hubiera enterado que él se regocijaba –no digo en mi cama- en mi cocina y en mi mesa seguramente le hubiera pedido el divorcio. Yo lo hubiera hecho sólo por esa razón.
Es por eso que cuando la gente pide compromisos y relaciones “cerradas”, lo que quiere decir –quizás sin mucha conciencia- es que no quiere que la otra persona se comparta con nadie, que no intime. Porque el sexo es simplemente otra forma más de estar con alguien y en mi experiencia puede ser tan  superficial como cualquier otra.
Pero, eso también es conocido, el buen sexo con alguien, la famosa química, la atracción fatal es uno de los caminos que con más facilidad nos lleva a la intimidad…¡Qué tan vulnerables pueden ser los hombres después de un orgasmo si deciden quedarse en uno de los costados de una cama! Yo he escuchado los secretos, las historias más privadas y las confesiones más profundas justamente en esos momentos. Por eso hablar, hablar mucho es tan importante pero al mismo tiempo tan peligroso…leí recientemente “elegir a alguien es descubrir nuestra vida entera”.
¿Cómo vivir la intimidad? ¿cómo tenerla? ¿cómo compartirla? ¿cómo disfrutarla? ¿cómo evitar que ese algo que no se puede tocar, ni guardar, ni mantener intacto con el tiempo no se turne cotidianeidad y rutina? En este tema estamos empezando, nos hace falta saber más sobre cómo funcionan ciertos mecanismos en nuestra cabeza, entender cómo la programación de diferentes religiones, creencias, formas de vida y hasta modos de producción han formado patrones de comportamientos, prejuicios y creencias sobre la pareja, la fidelidad, la traición, la monogamia y, por supuesto, la intimidad. Por lo pronto aquí están unas líneas trasnochadas escritas una madrugada, a propósito de la lectura nocturna de Intimicy -una novela de Hanif Kureishi- (Faber and Faber, 1998; o por Anagrama, 1999, en español). Lectura Recomendable.
Para leer: Anthony Giddens, The Transformation of Intimicy: Sexuality, Love and Erotism in Modern Societies.

miércoles

Mosto y Tabulé...dos joyitas en la recta de la Chapu

El boom de la cocina bajacaliforniana me sorprende en cada visita que hago a Tijuana y Ensenada (http://cocinaycama.blogspot.com/2008/08/eating-baja.html). Particularmente en Tijuana hay una explosión de nuevos restaurantes que están apostando por la innovación, una alta calidad y los productos regionales. 
En la avenida Sonora, mejor conocida como “la recta de la Chapu” hay algunas buenas muestras. Desde hace mucho tiempo ahí se ubican conocidos restaurantes, pero últimamente se ha consagrado como un nicho de sitios muy interesantes para ir a comer y probar muestras de la cocina BajaMed (Baja Mediterránea) o de una cocina internacional hecha con productos originarios.

Está reciente visita tuvo como novedades: el Mosto, inaugurado en mayo pasado y el Tabulé, ambos ubicados en el número 3240 de la Avenida Sonora, los cuales tuve el gusto de conocer este pasado mes de julio.
En realidad mi amigo Alejandro y yo nos dirigíamos a comer al Erizo (otro lugar ubicado en esa calle) pero como estaba en remodelación tuvimos que dar una vuelta en u para regresar y así fue como, por casualidad, vimos el Mosto y por sugerencia de él, dejamos el coche y entramos. Fue una grata sorpresa.
El lugar tiene una decoración sencilla de madera y buena iluminacion natural. El personal es agradable. La cocina está semi-cerrada pero hay un área abierta que es por donde pasan los platillos para su último toque: ahí preparan su presentación. 

Nos recibieron con una entrada de la casa: un mixto de atún y hueva de pescado en una salsa servido en una cuchara de cerámica. Aunque la carta de vinos es excepcional (basta y muy regional) nos decidimos por probar un par de cervezas artesanales de la región.
Mi amigo y yo quisimos compartir un tiradito de callo y salmón en vinagreta con ahumado de mezquite. Al momento de llevarnos el plato el mesero encendió una pequeña maquinita para ahumar el tiradito. Lo hizo con brevedad e inmediatamente lo cerró. Nos indicó destaparlo en menos de un minuto. Mientras tanto pudimos disfrutar el olor de las ramas de mezquite quemadas que ya inundaba nuestros olfatos.

El callo y el salmón estaban exquisitos, con aceite, limón, rodajas de chile verde y el toque de mezquite que le dio un sabor delicado. Después compartimos una fresca ensalada de mezclas de lechugas en verde y rojo con cítricos y frutos secos aderezados a la mostaza y miel.
El menú del Mosto no es muy amplio, pero todo se antoja un manjar. Me costó decidirme por el plato fuerte y mi primera opción fueron los ravioles de langosta, pero no los tenían. Entonces pedí la lasaña de cordero que tampoco tenían. Me molesté un poco. Sin embargo todos los platos fuertes se leían exquisitos. Entonces me decidí por la pechuga de pato sellada en una cama de tinga de la misma ave y una salsa cremosa de chile poblano. Alejandro se decidió por los callos a la vinagreta tibia de limón con tempura de verdura. Ambos platos estuvieron bien presentados y perfectamente cocinados. El pato estaba en su apropiado término y los enormes callos parecían cortes de una exótica carne marina. Los dos platillos nos dejaron gratamente complacidos.

Para finalizar nos decidimos por el helado hecho en casa, no obstante había una variedad de postres interesantes. Yo pedí el de aceite de oliva, Alejandro pidió el de chocolate con menta. Ambos deliciosos.

Cuando el dueño del lugar se acercó a preguntarnos sobre la comida y la atención aproveché para preguntarle porque no tenían los platos que en un principio yo había pedido. Me dijo que la langosta está en temporada de veda y que el cordero justo ese día se lo habían llevado congelado y no lo aceptó. Son prácticas del restaurante, aseguró, adquirir productos frescos y de temporada. Por lo que, supongo, el menu ira cambiando al tenor de las estaciones.

El menú del Mosto no es muy extenso pero si es variado, la carta de vinos incluye muchas etiquetas especialmente regionales y es el primer restaurante en la ciudad que ofrece únicamente cervezas artesanales. Como dije, una bienvenida y grata novedad.
El otro sitio fue Tabulé, ubicado casi junto al Mosto. Ahí fui con mis queridísimos amigos Jose y Adriana, quienes, amantes del buen comer y cenar, ya conocían el lugar. Era viernes de noche y el lugar se llenó en poco tiempo. La decoración es elegante y minimal y tiene una iluminación agradable aunque demasiado tenue para hacer fotos sin flash.

Al abrir la puerta del lugar los aromas de la cocina se escapan para penetrar el olfato de los comensales y esa es para mí la mejor bienvenida de un restaurante. La cocina está abierta. La verde vista es el jardín del campo de golf del club campestre, la cual supongo muy linda pues de noche no nos fue posible apreciarla. Mientras nos pasaban a la mesa, tomamos un aperitivo en la barra que hace de recibidor. Un Nebbiolo de Baja California para Adriana y un Emeve blanco para Jose y para mí.
Una vez en la mesa nos decidimos por una botella de merlot regional. El menú es amplio y variado, con especialidad en mariscos y ceviches. Empezamos con un carpaccio de salmón -servido con alcaparras, cebolla morada y parmesano- y una ensalada caprese -de mozarella de búfalo, tomates y albahaca-. Ninguna de las dos entradas eran típicamente locales pero ambas excelentes.
Los platos fuertes fueron variados: Adriana eligió los camarones orientales con arroz basmati y verduras, Jose las chuletas de borrego con salsa cremosa de menta, y yo preferí un ave, así que elegí la perdiz mandarín en salsa agridulce.

Probé un poco de los dos platillos ajenos, pero disfruté muchísimo la perdiz. Las aves como estas siempre son de un sabor delicado y saben a cielo. Con la salsa agridulce la combinación era algo que me recordaba a la cocina oriental. Los platos fuertes están servidos con guarnición de verduras, por lo que se hacen abundantes.


Como estábamos ya satisfechos, de postre pedimos una tarta de chabacano con helado de vainilla al centro para compartir y llevarnos un rico y dulce sabor en la boca. Con la lista de postres era un pecado salir sin probar alguno, todos sonaban a tentaciones.


El gusto por comer bien se está extendiendo en Tijuana. En Baja California hay propuestas muy interesantes que recuperan los ingredientes, productos y animales locales, sabores y sazones conocidos, preparaciones y presentaciones más internacionales.

Espero que la calidad y cualidad de lugares como Mosto y Tabulé, que están apostado por este tipo de cocina, sean las condiciones para lograr hacer de Baja California otro lugar en México, que como Oaxaca o Yucatán, se distinga por su excepcional cocina regional.

Los dos en: Avenida Sonora 3240, Chapultepec, Tijuana.