domingo

“Escucha baboso, yo elijo a quien me cojo”. La marcha de las putas 2012



La palabra “puta” ha empezado a centrarse en una discusión interesante desde el escándalo en Canadá en enero de 2011 cuando Constable Michael Sanguinetti, un oficial de policía, dando una charla sobre prevención del crimen en la Universidad de York, expresó: "Me dijeron que no debería decir esto –sin embargo, las mujeres deberían de evitar vestirse como putas para no ser víctimas”.

Escandalizadas con justa razón, las feministas canadienses Sonya Barnett y Heather Jarvis hicieron un análisis para deconstruir la palabra y entender las implicaciones peyorativas, ofensivas y de dominación histórica que tiene. Se dieron cuenta de que la carga emocional, sicológica y moral era tan fuerte que generaba sólo sentimientos negativos en las mujeres. Quienes eran acusadas de ser “putas” se sentían inferiores, cargaban con culpas y eran por supuesto más fácilmente subordinadas por el poder masculino.

Entonces decidieron utilizar la palabra Slut para organizar una marcha que dejara claro que “tener el control de nuestras vidas sexuales no significa estar abiertas a la violencia, independientemente de que participemos del sexo por placer o por trabajo”. La primera “SlutWalk” se realizó el 3 de abril de 2011 en Toronto. Se convocaron a mujeres de todos los estratos y ámbitos sociales. No había un código para vestirse, sin embargo muchas de ellas aparecieron en ropa provocadora, escotada y muy corta para retar justamente lo dicho por el oficial de policía unos meses atrás.

Algunas feministas y académicas afro-americanas o de países como India -en donde se ha desarrollado un feminismo muy particular devenido de un sistema de castas-, consideran que la convocatoria de marchar por reivindicar la palabra “puta” no es una prioridad del movimiento de mujeres partiendo de sus propias situaciones de racismo, subordinación social y económica. Consideran incluso que la reivindicación del término promueve la dominación de la mujer y su imagen como objeto sexual. En otros países, no obstante, las expresiones peyorativas y ofensivas se han considerado la base de un discurso hegemónico y patriarcal que sostiene a todo un régimen de poder que debería ser abolido. 

En poco tiempo otros grupos de mujeres en grandes ciudades del mundo se unieron a la acción y nutrieron desde sus propios contextos las ideas en torno al sentido y significado de la palabra Puta. En México se organizó la primera “Marcha de las Putas” en la capital el 12 de junio del 2011, que no fue de sexo-servidoras sino de mujeres protestando contra la violencia de los hombres que, en su estrecho criterio, se justifica al juzgar el comportamiento o la apariencia de las mujeres como “indebidos”.

“Puta” en un país como México no es nada más una prostituta o quien entra en una red de trata de personas y se ve esclavizada al comercio sexual. En el discurso masculino “puta” también es la mujer que tiene experiencias sexuales varias, la que no llega virgen al matrimonio, la que empezó a tener relaciones muy joven, la que viste minifalda y baila ebria en un bar, la que habla y escribe sobre sexo, la que “le pone el cuerno” al marido, la que se acuesta con su vecino, la amante de alguien, “la otra”, la secretaría que le hace trabajos al jefe, la que “anda bien caliente”, la que toma la iniciativa cuando se siente atraída por un hombre y se lo lleva a su casa aunque únicamente sepa su nombre…o a veces ni eso.

Como estas son prácticas y situaciones que experimentamos y vivimos muchas mujeres en México, y como somos víctimas del estigma y seguimos relacionándonos con desigualdad en un mundo aún muy masculino, el 13 de junio pasado se realizó la segunda “Marcha de las Putas” en la ciudad de México.




En esta ocasión a la intención de re-significar la palabra Puta, se añadieron una serie de demandas, propias del movimiento feminista y de mujeres, en torno al acceso a la justicia y a servicios integrales de salud para quienes son víctimas de violencia sexual. También se exigió promover la denuncia y las sanciones contra servidores públicos que ejerzan la violencia de género, ya sea esta física o verbal, porque esta discriminación empieza desde el Estado y las instituciones que juzgan y minimizan a las mujeres cuando estas acusan violencia de cualquier tipo.
 
En el país ocurren 120 mil violaciones por año según reporta la Secretaría de Salud, o sea 1 cada 4 minutos. El 65% de estas suceden entre la población de mujeres de entre 10 y 20 años de edad. En este escandaloso escenario lo que subyace es el machismo estructural que cree el cuerpo femenino de su propiedad. Están las ideas de que las mujeres no tenemos el mismo derecho de ejercer una sexualidad libre y abierta porque estamos a merced de un pene que decide por nosotras cuando tenemos que abrir las piernas aunque no queramos.

Independientemente de las marchas, la discusión sobre el contenido de la palabra seguirá su curso y le avizoro mayor debate. Yo, contrario a lo que me fue dicho hace algunos meses, no creo que se esté romantizando la palabra. Lo que me parece es que hay una idea entre quienes participan de estas marchas de que la palabra se tiene que resignificar o de que lo que la contiene debe trascender la idea del comportamiento femenino y de lo que es o no apropiado en las mujeres.



En el fondo parte de esta discusión es sobre cómo se conciben los cuerpos femenino y masculino, qué se hace con ellos, qué significan, en qué se convierten y qué funciones tienen en el mantenimiento de un sistema capitalista, sexista y patriarcal que enajena y nos limita la libertad y el ejercicio pleno de nuestra sexualidad.

Comparto la opinión de algunas de las voceras de la marcha en la ciudad de México: urge re-educarnos, cuestionar nuestras creencias y abolir nuestros pre-juicios y lo que deviene del “sentido común”. Eso empezará tronando el régimen secuestrado por políticos -mujeres y hombres- conservadores, servidores públicos misóginos y machistas que criminalizan a las mujeres y han hecho caso omiso al grave problema de la violencia de género y del feminicidio desde principios de la década de los 90.

Después tendremos que generar otro discurso para nombrarnos, para enunciar lo que somos y hacemos en los ámbitos del sexo y la sexualidad. Empezar también a aceptar y respetar nuestros cuerpos, resignificar las palabras con las que nos enunciamos y enunciamos a los demás. 

Reventar el discurso hegemónico es una urgencia de todas y todos…y entonces la re-evolución será.

No matter what I wear
No matter what I look like
No matter what my gender expression is
No matter how much, how little or what kind of sex I have
No matter what I've done before
No matter where I come from
No matter how my body has been 'devalued' by others
No matter what I've been called
MY BODY IS NOT AN INSULT.



Info: http://www.slutwalktoronto.com/