lunes

Él

Cuando estamos cerca –como gatos- ronroneándonos, empiezo a sentir su corazón. Palpita con fuerza sin estar nervioso. Le paso los labios por el cuello, por las orejas, le beso los ojos y la punta de la nariz. Al mismo tiempo le paso las manos por el torso. Camino con mis dedos recorriéndolo hasta llegar a su ombligo.

No bajo más. Espero su señal para iniciarme. Esa la reconozco en su tacto. Ya aprendí. Sé que cuando sus manos me aprietan las nalgas está pidiéndomelo todo. Sé que cuando me muerde fuerte quiere que no pare.

Entonces sin conciencia sigo. Una vez que Él busca tocarme sin ropa y para eso la aparta, entonces yo no entiendo más de pausas y ritmos lentos. Me regodeo en su piel y en sus labios. Me deleito en su lengua, en escuchar su agitada respiración y en ver/sentir cómo su hermoso pene reacciona.

Me acerco a sus orejas –una a la vez- para decirle cuánto lo estoy deseando, para decirle lo que quiero que me haga, para decirle lo que le voy a hacer. En ese momento Él escucha y siente toda la fantasía y el placer que me provoca.




Me inclino ante Él. Cambio mi posición para hacerle una reverencia en medio de sus piernas. Ahí me detengo. Le observo el sexo que empieza a adquirir otra consistencia y tamaño. Con mi boca le brindo un homenaje. Le dejo sentir mi cariño y mi deseo.

En ese momento me gusta verlo. Disfruto viendo su cara transformarse por el placer de esa pequeña y húmeda cortesía que mi lengua tiene con esa parte de su cuerpo que a mi me hace tan feliz.

Le gusta que empiece arriba de Él. A veces sentados sobre un sofá, o veces en la cama, a veces en una silla. Pero le gusta que empiece yo. Le gusta verme a la cara y acercarse a mis pechos. Entonces lo complazco. Subo a su cuerpo y me conecto. Por mi sexo entra el suyo y siento así el fluir de una energía especial y tibia.

Nos vemos a los ojos para saber si todo está bien. Generalmente mejor no puede estar, pero aún así yo se lo pregunto. Escucho nuestros ruidos. Hay gruñidos, gritos en voz baja, gemidos desinhibidos, mordidas, algunos rasguños  y peticiones imperiosas. “No pares” es una de ellas.

Después de darle algunas vueltas a los cuerpos, a Él le gusta que le avise cuando yo estoy lista. Quiere tener la delicadeza de controlarse sin que yo pierda la inspiración. Cuando siento la llegada se lo aviso. Se lo digo para que sienta cómo será esa vez. El final con Él siempre es igual, una carcajada poco tímida que podría desplomarme. Pero no lo hago.

Entonces seguimos conectados. Puedo con gusto repetir esa sensación de espasmo acalorado una y otra vez, pero cuido, como Él a mi, que alcance el nivel que le permitirá renovar su energía. “Así…así” se vuelve en un coro repetible.

Salgo de su sexo. Lo recupero con la boca y con las manos. Beso sus testículos y paso los dedos acariciándolo lentamente. Siento todo su cuerpo concentrado en su entrepierna. Me lleno de su olor más íntimo y lo lleno de fluidos todos hasta que veo su cara que dice lo que viene…y se viene.

Termina como desde la primera vez que estuvimos juntos. 

Él como yo 
sin reparos, 
....también se ríe...fuerte.