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Los paisajes de comida de Carl Warner


Para quienes tenemos una fascinación por la comida, todas sus manifestaciones preparadas, cocinadas, horneadas o asadas serán apreciadas y bienvenidas. Pero cuando la comida se convierte en el pretexto para generar un discurso visual y una estética que celebran la naturaleza y la belleza no hay más que observar, aplaudir y disfrutar. 

Esto fue lo que me sucedió cuando vi los paisajes de comida o Foodscapes de Carl Warner. Desde 2008 este fotógrafo inglés se ha dedicado a imaginar escenarios naturales y arquitectónicos para reconstruirlos a partir de alimentos frescos -como frutas, verduras, quesos, embutidos y pan-, cereales y productos procesados -como dulces y el chocolate- y fotografiarlos.

 
El resultado son imágenes de una belleza que surge de la composición, la perspectiva, las luces artificiales y el retoque digital. Su técnica consiste en dibujar el paisaje sobre papel e identificar los productos que se acercan a recrear los distintos elementos  que conformaran el  paisaje. 


Después, supongo, visitará algunos mercados en busca de los alimentos que participarán en el ensamble de dicho diseño. Trabaja en una mesa en la cual, con ayuda de asistentes, reproduce el diseño del dibujo pieza por pieza.



















Realiza las fotografías por planos para generar una perspectiva. El trabajo digital es fundamental para posproducir la imagen, pues es ahí en donde corrige los colores y elabora un paisaje equilibrado, bien compuesto y con profundidad.

















Warner cuidadosamente observa las luces y las sombras y añade a sus obras elementos propios de los paisajes naturales: lunas, cielos, soles, y nubes -entre otros-. Si bien el trabajo digital le quita realismo a la imagen, conseguirlo no parece ser la intención del fotógrafo.


La idea de Warner es concientizar, especialmente a las niñas y los niños sobre lo que están comiendo. Según el artista, hacer cohetes con espárragos o pirámides egipcias con quesos gruyere, mares de coles o ríos de prosciutto, árboles de brócoli o palmeras con apios hace aparecer lo inapetente divertido 
y -quizá por eso- apetitoso. 














Pero lo que además el fotógrafo logra son imágenes propias de cuentos fantásticos de hadas y piratas, querubines y hobbits. Sorprende que vegetales y frutas, panes, embutidos y quesos, chocolates y dulces evoquen paisajes toscanos y marinos, la frondosidad de bosques y selvas, la fluidez de ríos y mares, los colores de desiertos, las texturas de montañas y rocas.

























Y este sorpresivo reconocimiento es lo que nos permite re-establecer una conexión que ha dejado de ser obvia especialmente para las niñas y los niños: los alimentos que nos comemos surgen originalmente de la tierra y nos los proveen una serie de complejos y perfectos procesos propios de la naturaleza.

























Y creo que fue eso lo que más me gustó de la obra de Warner, que catalogada como life-still, invita a ver la comida de una manera divertida, colorida y gozosa.  Su obra sorprende generando atmósferas y ambientes fantásticos con muchos elementos para soñar en
nuestros propios paisajes de comida.




Carl Warner's Foodscapes: A Lesson on Playing w/your Food from SkeeterNYC on Vimeo.