martes

Estoy en primavera

Desde hace más o menos cuatro semanas me acuesto con una pijama ligera que por las mañanas aparece fuera de mi. Nunca recuerdo habérmela quitado yo, pero no soy sonámbula. Estoy segura que duermo bien porque amanezco descansada. Dormida me desnudo.

El cubrecama amanece en el piso y la sábana enredada en mis pies. Me muevo toda la noche. Despierto acalorada y con la cama revolcada. Cuando no con una almohada, entonces con la mano…en la entrepierna.  El vibrador en la mesita de noche, a veces, sin batería.

En esos días estoy soñando mucho. Ahí me encuentro con hombres conocidos, con otros desconocidos y con varios (re)conocidos. Me visitan en mis sueños o yo los visito en los suyos. Desconozco el porque de su presencia en mi actual mundo onírico, a la mayoría de ellos hace mucho tiempo que no los veo. Las desenfocadas escenas que me revela el inconsciente son eróticas, cachondas, algunas casi pornográficas, casi reales.

Estoy en primavera.

Después del ejercicio matutino me tranquilizo. Ducharme es un bálsamo. Intento no estar expuesta al sol durante el medio día. Sin embargo el calor que siento por la tarde es intenso. Se acumula en mis horas de trabajo.

Me corre una gota de sudor por en medio de la espalda y otra por en medio de los senos. Me corren varias gotas por en medio de las piernas. Esa humedad es un síntoma.

Mi ropa interior guarda intensos olores del día. Cada mañana al cambiarla me la acerco a la nariz. Conozco mi ciclo a través del olfato. Identifico lo que me pasa cada semana solamente con olerme.

Estoy en primavera.

Entre las 4 y 6 de la tarde estoy extremadamente ansiosa. Me siento agresiva. Podría golpear a alguien, o tener sexo. Por las noches me da por tomar el teléfono para marcar el número en el que por una módica cuota hay alguien dispuesto a tenerlo, aunque sea así, a distancia. En donde me encuentre me imagino el sexo que podría tener: sobre una mesa, el escritorio o el sofá de la sala. Sueño con los ojos abiertos. También a veces recuerdo el sexo que ya tuve. 

Mi cine interno no se acaba. Me lleno de imágenes vívidas y vividas. Yo de pie contra la pared sin saber quien está detrás de mi sin pantalones. Yo en una oficina dejándome hacer por mi jefe en horas laborales. Yo en un baño de bar berlinés sentada sobre un tipo que jamás dijo su nombre. Yo dentro de una “jaima” en el desierto de Merzouga con un hombre de increíble color de piel. Yo en el lago de Toba abrazando con mis piernas un cuerpo y flotando sobre un miembro endurecido. Yo en una recámara de una casa ocupada en Donosti con un vasco que se negaba a hablar español. Yo restregando el culo contra una ventana por el ímpetu de un ruso frente a mi en una innombrable calle de Moscú. Yo en una cama de sábanas blancas con un fotógrafo que registraba mi desnudez y nuestro coito. Yo en una habitación desordenada en Brooklyn siendo ruidosamente indiscreta.

Es una sensación de todo el día, una ansiedad que se repite.

Estoy en primavera.

Siento como si tuviera una flor carnívora en medio de las piernas. Que bien podría comer insaciablemente lo que pasara por ahí: lenguas, dedos, penes, vibradores, labios.

Me sorprendo viendo fotografías de hombres guapos y por enésima vez películas ya vistas, fantaseando con mujeres, imaginando tríos y orgías infinitas. Me encuentro repentinamente releyendo libros que contienen historias de mujeres insaciables, de hombres voraces que no llegan a su fin. Me entretengo en el baño.

En menos de un mes me he preguntado varias veces si seré una ninfómana. Pero no soy la única. Ya me lo preguntaron varias veces en lo que va de estación florida.

Estoy en primavera.

En ocasiones me detengo en la cara de la gente. Me imagino sus rostros en momentos de extremo placer. Me gustaría documentar en fotografías el proceso de como van estos cambiando hasta deformarse en el orgasmo. Me distraigo imaginando como se verán cuando deciden abandonarse y concentrar su ser en el sexo penetrante o penetrado.

No dejo de pensar si soy o no la única que se siente así. Veo a las mujeres y reconozco una sensación familiar. Hace algunos días en voz baja le pregunté a una desconocida en el transporte público: ¿no te sientes especialmente caliente en estos días? Le sorprendió la pregunta pero, ruborizada, me dijo que si. Hablando con un par de amigas pude comprobar que no estoy sola experimentando esto.  

Siento una edad que expresa mis cambios de formas más intensas que antes. Sé que como muchas mujeres llevo el cuerpo alborotado, las hormonas encendidas, los olores desatados, los flujos liberados y la imaginación prendida. 

Estoy en primavera.

En otras estaciones del año extrañé la presencia nocturna de un hombre insólito. Alguien que no me conociera, que no supiera mi nombre y que tampoco le importara.

Pero en esta estación encuentro en mi cama, y contrario a mi espíritu, al mismo hombre. Con frecuencia le digo “te amo” cerca de la oreja cuando está dentro de mi. Después lo veo a los ojos. Me sorprende la reacción de mi cuerpo al escuchar en mi voz esas dos palabras. Mi ímpetu aumenta. Siento también el suyo. Su presencia y su ocupación me hacen sentir que dentro me viven la humedad de una selva tropical, los árboles de un bosque frondoso, el agua de un oasis con abundante vegetación y algún animal de la sabana africana. Mis orgasmos en esta estación son inesperados, tupidos, densos...son florales. Sé que estoy sintiendo profundamente lo que digo.  

Por primera vez en mi vida amar me excita. Estoy floreciendo. 

Estoy en primavera.
 

El clítoris. Un documental

El Clitoris from Alexeykonan on Vimeo.

lunes

Promiscuos por naturaleza. Dario Pescador

"Para ser una institución sagrada, el matrimonio funciona fatal. Más de la mitad termina en divorcio, cada vez menos parejas deciden formalizar su situación y las estadísticas muestran que los cuernos ganan a la fidelidad.
 
Según la explicación tradicional, en la especie humana las hembras intercambian sexo por seguridad, mientras que los machos son celosos y posesivos, pero al mismo tiempo buscan esparcir su semilla con otras hembras. Las mujeres sienten menos deseo sexual que los hombres, lo que limita las infidelidades y los hijos ilegítimos. El hombre sería monógamo por naturaleza. El problema es que esa explicación no funciona.
 
“La monogamia es un instrumento económico, surgido con el descubrimiento de la agricultura en el Neolítico”, sostiene el doctor Christopher Ryan, quien después de dos décadas viajando por el mundo, se doctoró en Psicología. Junto con su mujer, la psiquiatra Cacilda Jethá, ha publicado el libro Sex at dawn (Sexo al amanecer), que resume sus estudios. “Hemos analizado la sexualidad humana desde puntos de vista distintos, y siempre llegamos a la misma conclusión”, afirma Ryan.

La ‘picapiedrización’ de la antropología
La deducción es que el Homo sapiens es promiscuo por naturaleza. Ryan critica la “picapiedrización” de la antropología: pensar que nuestros ancestros tenían las mismas costumbres que nosotros, con la única diferencia de que vivían en cuevas. Sin embargo, ¿cómo se puede saber con seguridad cuál era la vida sexual de los humanos cazadores-recolectores que vivían hace 50.000 años?

El estudio de los cazadores-recolectores actuales da muchas claves. En numerosas tribus de indios del Amazonas se cree que una mujer necesita acumular el semen de varios hombres para quedar embarazada. Las mujeres buscan tener relaciones con varios hombres para que el bebé herede lo mejor de cada uno: el mejor cazador, el más gracioso, el más fuerte y el mejor contador de historias. Estas relaciones múltiples se prolongan durante el embarazo.

Así, los bebés nacen con una madre y múltiples padres. Todos ellos son responsables de participar en la crianza de sus hijos. Al otro lado del mundo, los mosuo de China viven en un matriarcado donde las mujeres reciben en sus chozas a amantes diferentes cada día. La paternidad no tiene importancia para ellos.

Las excavaciones indican que en la Prehistoria los seres humanos vivían en grupos pequeños donde no existía la propiedad. Se compartía la caza, el refugio, la crianza de los hijos y también la actividad sexual. Esto maximizaba las posibilidades de supervivencia del grupo. Contra la idea de “el hombre es un lobo para el hombre”, parece que el estado primitivo del ser humano es la cooperación.
Tampoco es necesario remontarse a tiempos tan lejanos. Los pilotos de combate americanos durante la Segunda Guerra Mundial compartían sus esposas con sus camaradas, bajo el compromiso de que cuidarían de ellas y sus hijos si eran derribados. Estos grupos fueron el origen de los actuales clubes de intercambio de parejas actuales.

El semen del simio y el pene desatascador
Otra forma de analizar el comportamiento de los seres humanos prehistóricos es fijarse en los primates. En el caso de los gorilas, los machos luchan entre sí hasta que uno de ellos termina expulsando a los demás y tomando posesión de un harén de varias hembras. Los machos grandes y fuertes tienen ventaja. El resultado es un acentuado dimorfismo sexual: el macho del gorila es casi el doble de grande que la hembra.

Sin embargo, no hay grandes diferencias de tamaño entre los machos y las hembras de los chimpancés y bonobos, que son promiscuos. Estas especies solo se diferencian genéticamente en un 1,6% de nosotros. La vida de los bonobos es una orgía constante. Todos los machos copulan con todas las hembras, que no tienen celo ni presentan signos externos de ovulación, igual que en los humanos.

La cópula, pues, no solo sirve para la reproducción: es una forma de cohesionar el grupo. La pelea por las hembras no es necesaria.

Si los machos no se pelean entre sí, ¿cómo se asegura la supervivencia de los más aptos? La respuesta es la competencia espermática. Sus espermatozoides libran la batalla dentro de las hembras, mezclados con los de otros machos. El semen de mejor calidad tendrá más posibilidades de fecundar.
También influye la cantidad. Los bonobos tienen los testículos más grandes y producen la mayor cantidad de semen en cada eyaculación en proporción a su tamaño. En comparación, el gorila tiene un micropene de apenas cuatro centímetros y produce poco semen durante un coito de 16 segundos. ¿Para qué más? Su paternidad está asegurada después de ganar la pelea.
Todo parece indicar que la competición espermática también tiene lugar en los humanos. Pocas diferencias de tamaño entre macho y hembra, testículos grandes, el segundo mayor volumen de eyaculado y, por si fuera poco, el pene más grande de todos los primates.

La corona del pene humano tiene una forma acampanada que no se ve en otros simios. Según varios estudios, está diseñada para crear vacío en cada embestida y, así, extraer el semen de competidores anteriores, con el mismo principio que un desatascador casero.
Pero entonces, la cuestión es: si nuestros cuerpos no están hechos para la monogamia, ¿por qué hemos cambiado?

La agricultura y la pérdida del paraíso
El paraíso terrenal es un mito que comparten muchas culturas. Una edad de oro en la que vivíamos en paz con la naturaleza, libres del trabajo y que terminó para dar paso al sudor de la frente, la guerra y la enfermedad. Para Christopher Ryan y otros autores, la pérdida del paraíso es el descubrimiento de la agricultura. Los huesos de los cazadores-recolectores de hace 50.000 años nos cuentan que llevaban una buena vida. No sufrían epidemias, ni caries, ni obesidad. Y no trabajaban más de ocho horas por semana para sobrevivir.

Los pocos cazadores-recolectores actuales llevan vidas igual de tranquilas. Estas sociedades tienden a ser igualitarias y pacíficas, y así debían de ser nuestros ancestros. Hasta hace 10.000 años, el mundo estaba casi despoblado, con solo cuatro millones de seres humanos. ¿Por qué pelearse con otra tribu por un trozo de bosque, si con caminar un día más se llega a un lugar deshabitado? 

La agricultura trajo cambios en la dieta que empeoraron la salud y la esperanza de vida. A cambio, se disparó la fertilidad. Se pasó a vivir en un solo trozo de tierra, y a tener muchos hijos para trabajarla. Con la superpoblación vinieron la guerra por los recursos y las epidemias. Los jinetes del Apocalipsis cabalgan sobre campos de trigo.

Para las sociedades agrícolas, la paternidad se vuelve importante. Hay que alimentar a los hijos propios y legarles las tierras. La única forma de asegurar la paternidad es controlar a las mujeres y su actividad sexual.

Conquistar la sexualidad femenina
Ryan Cita un pasaje del Kamasutra: “Nunca puede quedar saciado el fuego por muchos troncos, ni el océano por los ríos que hasta él fluyen, ni la muerte por todas las criaturas del mundo, ni una mujer de ojos brillantes por ningún número de hombres”.

En general, en el sexo los hombres son más rápidos (no tanto como los gorilas), y tras el orgasmo pierden el interés y las fuerzas. Las mujeres necesitan más tiempo para quedar satisfechas. Pero si se acepta la teoría de la competencia espermática, estas diferencias, y la existencia del orgasmo femenino, cobran sentido. Quizá las mujeres no necesiten más tiempo, sino más hombres. 

Pero con la llegada de la agricultura y la monogamia, el deseo femenino se convirtió en un estorbo. Aparecieron los matrimonios de conveniencia, la criminalización del adulterio y una negación del placer femenino, con prácticas atroces como la ablación del clítoris. Si las mujeres tuvieran menos deseo sexual, ¿por qué tanto esfuerzo en reprimirlo?

La liberación de la mujer y las sociedades igualitarias occidentales están abriendo las puertas a otra sexualidad. Los intercambios de parejas han salido de la clandestinidad. El poliamor es ya un fenómeno social que se extiende por EEUU, Canadá y toda Europa: personas que forman parejas abiertas en las que pueden mantener relaciones sexuales con otros. 

O bien, tríos o cuartetos que funcionan como unidades familiares, compartiendo su cama, sus vidas y sus hijos. La variedad es tanta que en inglés se habla de non-monogamy para intentar abarcar todos los tipos de relaciones que se salen de la norma.

Una frase lo resume de forma excelente: “Te presento a mi mujer, a su novio, a mi novio y a nuestra novia, su marido vendrá en un rato”.

Fuente: http://www.quo.es/sexo/curiosidades/somos_promiscuos_por_naturaleza

viernes

Los cambios hormonales según Alicia Murillo



No esperemos una actitud PC, ES Alicia Murillo!! y en este video nos explica -con todo su humor- los cambios femeninos hormonales.

Aquí su blog:

http://atravesespejoalicia.blogspot.mx/

martes

Mujeres que practican el sexo oral son más felices e inteligentes: estudio

Mujeres que practican el sexo oral son más felices e inteligentes: estudio

"Un estudio concluyó que las mujeres que tienen más sexo oral resultan ser más felices y hasta más inteligentes que las que no lo se lo hacen a sus parejas con tanta regularidad. 

Estados Unidos.-  Un estudio realizado en la Universidad Estatal de Nueva York ha concluido que el sexo oral, además de ser benéfico para la salud de las mujeres, las hace seres humanos más felices.
Resulta que el semen además de espermatozoides, contiene sustancias antidepresivas como la serotonina y la tirotropina y la melatonina, esta última produce el sueño.

Pero esto no es todo, entre sus componentes se incluyen químicos como la oxitocina, el cortisol y la estrona que  levantan el estado de ánimo general y mejora el desempeño cognitivo.

Fueron 293 mujeres que participaron en el estudio, en donde compartieron  a detalle sus vidas sexuales.

De manera contundente, los resultados del estudio dicen que aquellas mujeres que tienen sexo con más frecuencia y regularidad, y tienen contacto directo con el semen, resultan ser menos depresivas, más saludables, mucho más felices y hasta son más inteligentes."

Fuente: http://www.sdpnoticias.com/sorprendente/2013/04/01/mujeres-que-practican-el-sexo-oral-son-mas-felices-e-inteligentes-estudio