¿Cuánto
cuesta la soledad y cuánto cuesta estar acompañada/o? ¿Cuánto cuesta el sexo y
el amor fingido?
Esas
son las preguntas que encontré subyacen en el argumento que da vida a la
primera película de la trilogía Paradise de Ulrich Seidl: Liebe.
Después
de ver la película yo me preguntaba la pertinencia del título. ¿Amor? ¿Es
realmente Amor lo que busca una mujer blanca, entrada en años, que viaja sola a
Kenia para encontrarse con una amiga y tener unas merecidas vacaciones en un
paraíso exótico y lejano?
Ulrich
Seidl desmantela la superficialidad con la que se analizan y ven estas
situaciones que ya son fenómenos sociales vinculados al comercio y turismo
sexuales y que no ocurren únicamente entre hombre ingleses y jovencitas
tailandesas o entre italianos y brasileñas. Este ámbito de relaciones
contractuales, de sexo por dinero también está testificando la participación de
mujeres blancas provenientes de países “ricos” (Austria, Alemania, Holanda,
Australia) que buscan satisfacerse yéndose de vacaciones a lugares lejanos en
donde hombres asiáticos o africanos fungen de “damos de compañía” durante sus
vacaciones a cambio de dinero.
En
Liebe, vemos la historia de Teresa, una mujer austriaca, madre de una
adolescente, que pasa de los 50 años, de clase trabajadora, sin pareja, que se
va de vacaciones a Kenia a encontrar a una amiga que está ahí desde hace varias
semanas.
Pronto
se encuentra con la cotidianidad del turismo europeo en Kenia. Estas mujeres
blancas, gordas y fofas que en Europa son consideradas viejas flácidas y nada
atractivas, en algunos puntos turísticos de Kenia son rodeadas por hombres
negros, jóvenes y musculosos dispuestos a acompañarlas en un recorrido por el
lugar, a pasar un rato con ellas y, ¿porqué no?, a tener sexo.
En el
primer intento Teresa se resiste. Pero después de tanta insistencia acepta la
invitación de un hombre a pasear por su barrio pobre. Después del recorrido por el
“exótico” lugar, el hombre lleva a Teresa a un cuarto de hotel de paso. Sin
embargo el encuentro no prospera. Ella no siente el deseo de acostarse con un
hombre al que apenas conoce y que le dice “te amo” cada minuto.
A pesar
de lo normal que es en ese lugar de Kenia que una mujer de su edad y apariencia
tenga por compañía a un hombre joven, a Teresa le cuesta un poco hacerse a la
idea de que así serán sus vacaciones. Se sacude a los hombres que la rodean
cuando sola quiere caminar por la orilla de una playa llena de piedras. Los
ahuyenta mientras estos insisten en venderle algo o en ofrecerle compañía.
Ninguno tiene éxito con Teresa hasta que llega Munga, un joven local que
ahuyenta al grupo de hombres que no la deja en paz y muestra preocupación por
ella.Teresa
cae. Redonda y blanca cual es.
Pero Ulrich Seidl se preocupa por matizar que
esto no es inocencia de una mujer blanca y abuso de un hombre negro. Es el
estado de las cosas. Lo que Teresa esperaba era al tipo que expresara algo más
que su interés por el dinero y que mostrara ser cariñoso, tierno o incluso amoroso.
Y para
esto Munga es un profesional. Sigue el manual de los locales. Mostrando buenos modales y simpatía convence a Teresa y la lleva a hacer un recorrido por su también pobre y marginal barrio. Le presenta a una supuesta hermana con su hijo, a una profesora de escuela, a niños y niñas de su barrio. Teresa, dando
muestras de la común actitud occidental frente al otro, toma fotos, se
enternece, siente pena por los “pobres negros” de periferia, pero al
mismo tiempo es atraída por lo “local”, lo “tradicional” y lo exótico.
Se deja
seducir por un hombre que le miente, que finge tener interés en ella, que le da
compañía y sexo por el dinero que él empieza –sutilmente- a
pedirle. Esta relación no es un acuerdo o negocio en el que se establecen las
condiciones del trato. Es una relación que se construye y en la que poco a poco
cada involucrada/o va expresando sus motivaciones más profundas.
La
primera impresión funciona. El espectador cree que Munga es un vividor y Teresa
una mujer vieja cuasi explotada por su pasión a la piel joven y oscura. Cuanto
más se desarrolla la película, Seidl profundiza y abre los personajes.
En una
parte ya avanzada de la historia Teresa se da cuenta de que Munga la engañó, pues es casado, y esa tristeza
la encierra en su cuarto de hotel el día de su cumpleaños. El desconsuelo se
incrementa cuando Teresa insiste en escuchar la voz de su hija y a pesar de
todas las llamas ésta no le contesta el teléfono jamás.
El
grupo de austríacas con las que convive durante el día en el hotel (al que no
pueden entrar oriundos) le lleva un regalo. La escena es inquietante. Un chico
de menos de 20 años le ofrece un striptease mal hecho. Todas quieren verle el
pene erecto pero esas carnes blancas y, para él, arrugadas, no surten efecto.
Al ver que el chico no podrá satisfacerlas ellas lo tratan como a un mono.
En ese
tipo de escenas de las que Seild no prescinde, el racismo se expresa a través de
la humillación, de tratar a los negros como máquinas sexuales o reproduciendo
el estereotipo del ávido salvaje africano cuyo miembro mide 40 centímetros.
La
historia se desarrolla entonces mostrando todos los matices que se pueden
abordar en un fenómeno similar del que generalmente no se trasciende la
interpretación maniquea, literalmente de lo blanco y lo negro. Ulrich Seidl
exitosamente nos muestra el mundo del turismo sexual con las complicaciones
familiares, psicológicas, morales, económicas de quienes participan en él, y lo
ubica en un continuum de relaciones contractuales y poco afectivas en donde el
amor puede ser una mercancía, el sexo se consume como un producto cuyo
valor sube si quien lo vende es “distinto y de color” y donde la soledad que viven mujeres
como Teresa en países como Austria es el factor que explica buena parte de esta
actitud.
Una que se revela en el crecimiento de un fenómeno que ya se conoce como las Sugar Mamas, mujeres que apoyan a hombres más jóvenes cubriendo sus necesidades materiales. Esto puede ser por un lapso de tiempo corto -unas vacaciones- o como forma de vida (o modus vivendi), puede manifestarse en la compra de cosas caras o de plano en el pago de una manutención. Los estilos de este tipo de relaciones varían, y se hace necesario reflexionar más profundamente sus razones.
Con actuaciones innolvidables, el director de Hundstage e Import/Export nos rebela una historia compleja que involucra intereses y pasiones generando emociones encontradas que nos invitan a repensar en los distintos motivos que en este mundo globalizado, individualizado y fragmentado llevan a la gente a seguir buscando, de formas como las que se revelan en Paradise:Liebe, algo que se cree -con sus novedosos sentidos- puede ser Amor.
Paradise: Liebe, de Ulrich Seidl, Austria (2012)
Con Margarete Tiesel y Peter Kazungu