lunes

Una verdad inconveniente sobre la industria alimentaria: Fed Up

Este documental aborda el importante tema de la mala alimentación en Estados Unidos. Sin embargo es un tema que ha trascendido a este país pues su dieta se ha impuesto a lo largo y ancho del planeta, y a lo largo y ancho de nuestros cuerpos. 

Con evidencia cuantitativa, entrevistas a expertos y una mirada humana a quienes padecen los efectos de la industrial global alimentaria, Fed Up muestra cómo la obesidad y las enfermedades crónico-degenerativas son efecto de un proyecto de consumo alimentario que carece de nutrientes y abunda en azúcares y carbohidratos. 

¿Para qué? ¿A quién le conviene tener un planeta lleno de gente obesa y enferma? ¿Por qué la industria alimentaria se niega a modificar sus maneras de producir, procesar y publicitar sus productos? ¿Por qué los gobiernos no atienden las demandas de una alimentación adecuada y facilitan que los grandes corporativos definan y decidan nuestra dieta tres veces al día? ¿Qué puede hacer el consumidor? Estas preguntas guían el argumento de este documental dando luz sobre algunos de los fenómenos más importantes relacionados al actual y global régimen de comida. 


martes

EL ANO Y EL PERREO

jueves

Mal comidos...

En este programa de Rompeviento TV, Televisión por Internet, Héctor Javier Sánchez, conversa con Soledad Barruti autora del libro "Mal Comidos. Cómo la industria alimentaria argentina nos está matando" y con Marcos Arana investigador del Instituto Nacional de Nutrición e integrante del Proyecto AliMente. En la conversación se puede apreciar que cualquier parecido del caso argentino con la realidad mexicana no es mera coincidencia, sino la expresión de cómo opera la industria alimentaria mundial promoviendo que muchos países empiecen a compartir cada vez más los mismos problemas alimentarios reflejados en la pérdida de la agro-diversidad y el deterioro de los recursos naturales, en los cambios de hábitos y dietas en plazos muy cortos y en los negativos efectos a la salud. 





























Proyecto AliMente: https://www.facebook.com/pages/Proyecto-AliMente/297076850422621

martes

Confesiones I

Nunca te dijo que durante aquel periodo cuando decía sentirse sola y confundida recurría a ese sitio que tu odiaste la única vez que entraste. Era ese bar en donde servían vodka en tarros de cerveza y la música balcánica ensordecía a una marea de gente con pinta de tribu eslava que no se distinguía entre sí a pesar de sus diferencias. Ese sitio que a ti no te gustó por lo ruidoso de su asistencia: grupos de inmigrantes del este de Europa que hablaban lenguas eslavas que tu no entendías. La mayoría eran hombres jóvenes y mal vestidos que se gastaban su sueldo de obreros o lavaplatos en beber hasta desmayarse.

Tampoco te dijo que ella volvió varias veces. Que conoció al tipo que atendía la barra, que se recomendaban música y hablaban de películas. Que se hizo parte de un grupo de serbios, croatas y bosnios que ahí olvidaron sus diferencias a pesar de no haber sobrevivido sus traumas. Que estos la invitaban a beber y la invitaron varias veces a sus camas.

Durante aquel tiempo, cuando la encontrabas deprimida o sin ganas de hacer nada, mientras tu tenías otros planes y la dejabas sola, ella se duchaba, se arreglaba, tomaba su bicicleta y se iba a ese bar para encontrarse con sus "amigos del este", como les decía en clave para no entrar en detalles.

No te dijo que por varios meses ese lugar era su refugio. Le daba pena decirte que se convirtió en la mujer de todos la noche en la que uno de ellos -guapo y simpático- la sedujo. Se la llevó al baño del bar para encerrarla en un sanitario privado. Ahí ella se dejó hacer sin oponer resistencia y encontró en esa piel, olor, saliva y semen del este algo que pronto se convirtió en un bálsamo.

Nunca te dijo que este primer tipo pronto la hizo famosa en el bar con un nombre que ella se inventó. La mexicana que besa bien y la chupa mejor, a la que le gusta que se la cojan de pie, la que no exige mucho mientras haya un condón de por medio, la que con flexibilidad y destreza se acomoda en un pequeño espacio. Uno en donde encontraba su equilibrio después de pasar por las manos y bocas de los clientes frecuentes que olían a testosterona, a destilado de papas fermentadas y a concentrado de humo de cigarros.

Una noche hizo una apuesta de 200 euros. Uno de ellos la retó, diciendo que no sería capaz de cogérselos a todos. Eran cinco hombres alrededor de la mesa. Se negó a hacerlo con todos a la vez, pero "por turnos podría con ustedes", les dijo.

Así empezó su noche, cuando se fue al baño de los hombres con el primero. Este iba lento y quería mucho "foreplay". El tipo le bajó las medias y las bragas con tranquilidad hasta que empezó a comerle el coño como si estuviera comiéndose un Goulash. De pie contra la pared, ella se mantenía con las piernas abiertas acariciando el cabello de un desconocido con mucha hambre.

Cuando sintió que se venía, lo retiró y le exigió que la penetrara. Puso un pie sobre la tapa del escusado para dejar un espacio más abierto que permitiera que él deslizara dentro lo que tuviera para ella. Pero el hombre se resistía a dejar de lamerle los pliegues internos de la vagina y de presionar con la punta de la lengua el clítoris mientras le metía un dedo en el ano. Se vino en su boca. Cuando él la sintió sacó inmediatamente su pene duro y excitado del pantalón y se masturbó. Se vino mientras ella lo veía a los ojos y él le decía palabras en un idioma que ella era incapaz de entender, pero que le sonaba melodioso.

Salieron juntos del baño. Se acercaron a la mesa donde estaba el resto del grupo. Ella se bebió un trago de vodka antes de regresar al baño con el segundo hombre. Este estaba listo. Se bajó el pantalón y se sentó sobre la tapa del retrete con un enorme miembro apuntando hacia arriba.

Después de ponerle el condón, ella se subió sobre él. Lo montó por varios minutos mientras él le mordía los senos y le apretaba las nalgas. Ella saltaba sobre él permitiendo que la mitad del pene saliera y volviera a entrar. Estaba muy excitada. Este hombre la movía de arriba hacia abajo, pero ella luchaba por moverse de atrás hacia adelante. Conoce los movimientos y el tipo de fricción que necesita. Ella le gritaba con los ojos el placer que estaba sintiendo. Cuando ella le dijo que estaba a punto de venirse, él se apresuró para alcanzarla. Se vinieron juntos viéndose a los ojos como si fueran una pareja de enamorados para quienes el sexo es un ritual sagrado.

Cuando fue a la mesa por el tercero, escogió al tipo guapo con olor a sudor de tres días. Un maleducado que escupía y hacía ruido cuando bebía. Uno que no bien había cerrado la puerta del baño la puso contra la pared, le rompió las bragas y la penetró por el ano. Le jalaba el cabello con una mano y con la otra le tapaba la boca para no escucharla cuando ella dolida gemía hasta que le salieron unas lágrimas. El tipo perdió el control y la penetraba con ira. Por un momento pensó que la estaba violando. Si ella no hubiera experimentando un torrente de flujo en la vagina hubiera seguramente acusado una violación. Cuando el tipo salió del baño ella salió de su shock, y se quedó con la mente en blanco esperando al siguiente pues las piernas no le respondían.

Pasaron varios minutos antes de que llegara un tímido joven rubio que le llevó un vaso con vodka y hielos. Ella se lo bebió de un trago. Le preguntó su nombre y cuántos años tenía. Era un chico de 23 años recién llegado a la ciudad. No podían hablar mucho porque no hablaban los mismos idiomas. Pero se entendieron en el tacto. El muchacho algo nervioso la trató con ternura como si supiera de un daño que le habían hecho. Acercó papel húmedo y empezó a limpiarla. Se puso de rodillas para separarle las piernas mientras le besaba los muslos y le acariciaba los senos. Pasaba su lengua por la vagina excitándola poco a poco. Ella iba reaccionando mientras presionaba su cabeza y abría más las piernas en señal de afirmación. A pesar de sus pocos años, el chico usaba la lengua y los labios con experiencia llevándola varias veces al punto de no regreso.

Ese joven hombre le provocó tres orgasmos -uno detrás del otro-. Entonces quiso compensarlo. Le bajó la cremallera. Le sacó el miembro endurecido y se lo metió en la boca usando las manos para masturbarlo. En pocos minutos sintió que se tragaba el semen tibio y lechoso de un hombre rubio y muy blanco que con la cara casi desfigurada de placer le acariciaba tiernamente la cabeza.

Cuando salió ese cuarto hombre del baño ella se acercó al lavamanos para enjuagarse la boca. Salió al bar, estaba a punto de ganar su apuesta. El último hombre la llevó al último sanitario y cerró la puerta. Le pidió que se quitara toda la ropa y que desnuda se sentara sobre el retrete. Le pidió que se masturbara, mientras él hacía lo mismo. Con el miembro endurecido le daba pequeños golpes en los senos y la boca. Le pidió que le besara los testículos. Ella podía ver la circulación acelerada de la sangre que hinchaba las venas de ese pene que seguía golpeándole la cara. Antes de terminar, el hombre le pidió que se pusiera de pie y se agachara para verle el culo. Contra todo pronóstico, el hombre sólo quería  ver cómo sus dedos masturbaban su vagina y acariciaban su ano, mientras él con movimientos acelerados se acercaba a su final. Se acercó a ella para derramar el semen sobre sus nalgas y desplomarse riendo a carcajadas como quien acaba de escuchar un chiste. Sintiéndose de buen ánimo ella comenzó a vestirse. Él sacó de la bolsa de su pantalón dos billetes de 100 euros que ella guardó en su sostén.

Ella tenía el cuerpo dolido pero tan relajado que apenas podía pedalear para regresar a casa. Llegó a ducharse y a dormir. Cuando despertó quiso hablarte de lo que había pasado, pero no pudo. No encontró las palabras para hacerte entender las cosas como ella las entendía. Nunca pudo decirte que esa noche terminó con ese tiempo en el cual ella para sobrevivir el vacío y la confusión necesitó darse de todas esas formas perversas, peligrosas y quizá incluso humillantes. 

No te dijo que después de esa noche ella ya no regresó más al bar de los amigos del este. Que el cambio que tu notaste en su actitud se debía a que había logrado recuperar una parte perdida de ella, que su energía se volvía a alinear y su cuerpo estaba otra vez despierto. Nunca te dijo que la noche de los cinco hombres le mostraron su inmensa capacidad de dar y sentir placer en un cuerpo que no piensa, ni calcula, ni analiza, pero siente, respira, huele, toca, prueba y muerde, se duele y disfruta sin preguntarse por lo que está bien o lo que está mal. Que después de ese periodo, todo en su cuerpo y su sexualidad fue tan distinto que por eso ustedes pudieron seguir juntos mucho tiempo más. Nunca te dijo que parte de ella se quedó en ese bar y que otra parte de ella regresó para no irse jamás.  

Un momento de vulgaridad...