viernes

Fuck For Forest

Este resumen no está disponible. Haz clic en este enlace para ver la entrada.

domingo

En el caribe mar

Ella jamás hubiera ido a Cancún si no la hubieran enviado por razones de trabajo. Odiaba los lugares congregados de turistas y Cancún era la capital del turismo en el Caribe: caro, artificial, superficial y además lleno de gringos.

Estuvo varios días tomando parte de desayunos, reuniones, comidas, juntas, cenas, presentaciones y seminarios. La primera noche que pudo cenar sola e ir a tomar algo aprovechó la oportunidad.

Después de comer en el cuarto del hotel -de uno desde donde se veía el azul turquesa del mar- bajó al bar a tomar algo. Tenía antojo de una cerveza…o de una margarita. Se llevó con ella el libro que estaba leyendo.

El bar estaba a media luz y medio vacío. Se sentó, alejada de los pocos bebedores, en un sillón que se antojaba cómodo y que justo estaba a un lado de una mesita con lámpara. Pidió una cerveza oscura…y muy fría por favor. Estaba a medias en una novela que la tenía muy entretenida.

Metida en una historia ajena estaba cuando escuchó una carcajada valiente, pensó que no cualquiera se ríe de ese modo. Ella volteó para saber de dónde venía el estruendo y de quién. Y así fue como la vio.

En la barra estaba una mujer sentada hablando con el cantinero. Llevaba un vestido ligero de tirantes que le llegaba hasta la rodilla y zapatos altos destapados. El cabello suelto con una flor roja atorada en un lado de la cabeza. Por los modos, ella asumió que la dueña de esa risa estaba completamente borracha.

Volvió a su lectura. Seguía dándole tragos lentos a su cerveza pero pronto se la acabó. Pidió otra a señas al tipo de la barra, desde el sillón.

Cuando se la pusieron en la mesa volteo para dar las gracias y se dio cuenta de que se la había traído la dueña de la risa. Lo primero que vio fue el espectacular par de piernas que tenía y un perfecto pedicure en los pies. Las uñas rojo candente siempre expresaron para ella desinhibición y falta de protocolo.

Con su copa rebosante de margarita en la mano izquierda se presentó. Kiki de Madrid, prima del dueño del hotel. En cinco segundos le dijo que estaba harta pues ya se había aburrido de hablar con turistas y con los empleados del hotel…¿tú que haces aquí y sola? Ella le explicó que estaba ahí por una cuestión de trabajo, que se iba en un par de días, que estaba harta del calor, de los mosquitos nocturnos que se la comen en el camino entre el restaurante y el cuarto y de no tener tiempo para meterse en el mar.

Al decir eso Kiki le preguntó, con un acento madrileño que le recodó cualquier personaje femenino de película de Almodóvar, que porqué estaba leyendo pudiendo entrar al mar ahora…de noche estar dentro es un placer, una pasada. Ella contestó con evasivas tontas: llega tarde al hotel, está cansada, le dan miedo los cangrejos, etc.

Kiki cada vez parecía más simpática, no estaba borracha, e insistió con lo del mar y ella se fue animando. Kiki le dijo que podía hacer que el gerente les mandara a una mesa de la playa una botella de vino blanco frío…Ándale, vamos al mar, yo siempre me meto de noche. La convenció.

Dejaron el bar. Ella iba a subir por su bikini y una toalla. Kiki le dijo que las toallas y las bebidas estaban arregladas y que no había nadie en la playa…¿para qué el bikini?

Salieron del edificio, se quitaron los zapatos y empezaron a caminar por la arena blanca. El mar parecía un espejo. Se sentaron en una mesa a platicar mientras esperaron. No tardó mucho en llegar el mesero con una botella, dos copas, unas velas, toallas y batas.

Kiki le ofreció una copa. Bebieron la botella de vino hablando del país de una y del país de la otra. Kiki se mostró culta, educada e informada, pero no daba señales sobre vida personal, privada, íntima.

De las sillas se levantaron y se fueron acercando al mar. Casi en la orilla Kiki se quitó su vestido y la ropa interior. Ella se quitó el pantalón de manta blanca, la blusa roja y la ropa interior y se dejó el collar de corales…para que vuelvan a su casa.

El mar para ella era mágico. Le encantaba, la hipnotizaba, la regresaba a una fase fetal, de cuando no había nacido y estaba dentro de su madre, en esa matriz cálida, con agua tibia que no es salada, pero que podría ser un Caribe.

Kiki hablaba y cada vez era más de su agrado. Se dio cuenta de que tenía un cuerpo perfecto y ella empezó a hablarle de sus estrategias para no subir de peso y para combatir la celulitis. Kiki la veía pero no opinaba, no sugería, no aconsejaba. Se le acercó y le dijo que ella era perfecta, así como estaba. Y la miró de una manera que ella no reconoció, en una mujer.

Salieron del mar y se fueron a sentar. Se envolvieron en las toallas. Siguieron hablando, bebiendo, y pidiendo más botellas de vino blanco. Se hizo tarde y las dos estaban bastante borrachas.

Ella dijo que subiría a su recámara a dormir. Tenía una reunión al día siguiente y tenía que descansar. Entraron las dos al edificio envueltas en las toallas, con la ropa y los zapatos en las manos. La escena era particular pero no hubo más de un testigo para verla. Subieron en el elevador. Ella preguntó por el piso de Kiki y ella dijo que iban al mismo…pues si vamos a dormir juntas.

En ese momento ella sintió que el alcohol se le bajaba de la cabeza. Nunca había recibido una proposición tan abierta, ni había estado con una mujer y, además nunca se imaginó que Kiki hubiera estado seduciéndola toda la noche. Todo lo que había pasado era para -al final- acostarse con ella.

Sin embargo ni se ofendió, ni se enojó, ni quiso salirse del elevador…ahorita mismo. No. Se esperó a llegar al octavo piso. Se abrieron las puertas, salieron juntas del elevador y caminaron por el pasillo, entraron al cuarto.

Ya dentro Kiki se destapó y se metió a la ducha a quitarse lo salado del mar y la arena. Mientras la escuchaba canturrear algo que le sonaba a Estrella Morente, ella se veía en el espejo y quería reconocerse…¿te vas a coger a una mujer?, estás a punto de estar con una mujer en la cama, ¿lo vas a hacer…tú?

Kiki le gritó desde el baño…anda ven para que te quites la sal. Salió del baño envuelta en la bata, y abrió el refrigerador enano que había en el cuarto…vaya, tu si bebes eh!, mira nada más queda el vodka. Pues un par de vodkas preparó mientras ella estaba en la ducha. Ahí también había espejo. Entonces se veía la cara para reconocerse, para saber si esa que era ella y que veía era quien iba a irse a la cama con una mujer…en unos momentos, o sea en cuanto dejara la regadera.

Al salir de la ducha, Kiki le ofreció el vodka con agua quina y hielos. Ella le dijo que prefería no seguir bebiendo…ya me siento bastante borracha. Se lo dijo porque se sentía mareada, pero también porque era una buena excusa para dejarse llevar. No se quería juzgar y al día siguiente tendría el buen pretexto del alcohol. Sin embargo le dio un trago largo a la bebida fría.

Kiki le quitó la bata y la empezó a tocar. Paso sus manos por el cuello mientras ella cerraba los ojos para no ver que era una mujer quien estaba frente a ella. Después se detuvo en los senos, bajo por el estómago, le tocó las nalgas, y bajó con los labios hasta la vagina. La besaba por dentro para sacarle la última gota de Caribe y ella no podía creer el gozo. Era lo mejor que le habían hecho en su vida. Kiki se masturbaba con una mano aprovechando que en cuclillas tenía las piernas abiertas.

Kiki se paró. Se besaron en la boca y se tendieron sobre la cama. Kiki sabía lo que hacía. La recorría con manos y labios de arriba abajo. La penetraba con lengua y dedos, la hizo venir varias veces. Ella se dejaba hacer, tocaba a Kiki con pudor, intentaba hacerle a Kiki lo mismo que ella estaba recibiendo, pero no podía dejar de pensar en el hecho de que estaba con una mujer.

Tardó un rato en perder el control hasta que ella hizo gala de sus habilidades. Las dos formaron un pulpo caribeño de senos, nalgas, brazos y piernas. Se besaron, se lamieron, se mordieron, se hicieron venir. Ella nunca había tocado nada femenino que no fuera suyo, y tocarlo todo que es lo mismo que se tiene, pero en otra persona, es una experiencia que nunca imaginó tan satisfactoria. Senos redondos, nalgas duras, vientre terso, espalda suave, cuello fino y largo.

Todas esas partes que ella conoce las estaba reconociendo en otra mujer, disfrutándolas en otra mujer, sintió que se estaba haciendo el amor a ella misma. Entre el alcohol sus pensamientos no giraban alrededor de que otra mujer la estuviera colmando en la cama, sino que ella estuviera colmando a otra mujer. Kiki sonreía, gemía, pedía un poco más…así, no pares.

Abrazadas se quedaron dormidas poco antes de que ella tuviera que irse a la reunión. Con un dolor de cabeza que no le cabía dentro se levantó. La vio ahí tendida. Kiki en su cama, cubriendo su desnudez con una sabana blanca. No hizo ruido. Se metió en la ducha, se arregló y salió.

Antes de salir a tomar el taxi, pasó por la recepción y le dejó un mensaje escrito a Kiki con el gerente del hotel: “te espero hoy a las 8pm…sin alcohol esta vez…en el mar”.