
Desde años atrás tenía curiosidad por visitar Estocolmo. La Venecia de escandinavia. De su diseño siempre vanguardista, de sus bandas pop que no se parecen a ABBA, de su seleccionado-futbolista modelo de calvin klein, de los emporios ikea y h&m, de marcas y diseñadores famosos había escuchado bastante. Pero de su comida jamás. Lo más cerca que estuve de comer algo tan próximo al círculo polar fue cuando cumplí 30 años y los celebré en Riga. Tan ni al caso estuvo el menú que no me acuerdo de lo que comí en los días que estuve en la capital de Letonia. Pero Riga no es escandinavia.
Después de la visita ya no me suena a casualidad que de Suecia sean originarios varios de los ganadores del Bocuse D'Or (Mathias Dahlgren o Melker Andersson) y que sean varios los restaurantes en la capital reconocidos con estrellas michelin. Aunque la cocina sueca no sea precisamente como la francesa, la italiana, la india, la china o la mexicana en variedad y exquisitez, ha logrado con sus carnes de bosque y mar frío menús que compiten con cualquier muestra de estas reconocidas cocinas.

La recomendación fue probar la tradicional sopa de mariscos que no tiene desperdicio. Me recordó a la Bouillabaisse (sopa francesa de pescado) y no dudaría que ésta sopa sueca estuviera inspirada en aquella. La base era un caldo de mariscos y una mezcla perfecta de especies como el tomillo, la albahaca, el perejil y el laurel. El caldo se espesa con jitomates cocidos y se adorna con una crema rosada y eneldo. Los pedazos de salmón, langosta, camarones y los mejillones flotaban en medio de un mar rojo de sabor acidito propio del jitomate. No noté el vino blanco de la Bouillabaisse. Probablemente no lo lleva. Sopa sopa, pero era un perfecto plato completo.






Pasearse por los mercados de Estocolmo es también una experiencia glotona. Especialmente si se visitan el Hotörgshallen en Norrmalm o el Östermalms Saluhall. El primero es un sótano en donde abundan las tiendas de productos típicos de Suecia (como la miel de abeja con rosas, la mermelada de moras, los chocolates con vodka, diversos tipos de panes, pasteles y tartas, licores de frutas del bosque), las tiendas para comprar productos de mar o tierra, y los restaurantes (que más bien son puestos de comida) para comer ahí el pedazo de salmón o la docena de mejillones que se te antoje que te preparen en ese momento. En un ambiente de mercado muy popular y muy concurrido entre locales se puede comer desde carne de venado asada hasta una langosta a la mantequilla con vino blanco acompañada de papas fritas. En el segundo, el ambiente lo sentí un poco más turístico, o será que lo visité en sábado, estaba llenísimo y no había manera de sentarse frente a ninguna de las barras en donde la comida es servida, una pena porque vi unas maravillas en las vitrinas.



El lugar muy agradable y el trato es muy amable, ya que el sitio es chico y no caben mas de 20 personas. Además me dio la impresión de que siempre van los mismos clientes pues todos se conocían. El sitio tiene una barra con vista a la cocina y cuatro mesas para dos personas cada una. Asistido por personas que en general comen solas, no me sentí rara entre tanta alma individual degustando los platillos del restaurante.
Ya para despedirme de la ciudad, disfrutando el sol que rayó ese día sobre el Báltico y el Mälaren, comí mi última porción de venado. Esta vez en forma de hamburgesa. Carne molida de lomo de venado en medio de un pan con queso, lechuga y jitomate y la indispensable mayonesa con eneldo, una experiencia, sobretodo partiendo de que tenía meses sin comerme una hamburgesa. Junto con mi vaso de sidra de pera y un plato de papas fritas perfectamente hechas, fue la despedida inolvidable de mi visita a esa ciudad del norte.

Hay lugares que me encantan por la comida, pero Estocolmo me sorprendió por su comida. Desde sus tentempiés del medio día, hasta sus postres sublimes, pasando por sus carnes de mar y bosque, nunca esperé que los sabores fueran tan delicados y sutiles, y aunque la comida no es tan variada como en otro tipo de cocinas, sé que si me hubiera quedado otros días más me hubiera seguido sorprendiendo. Para mi colección me compré el libro de "Clásicos de la cocina sueca", a ver si un día de estos me transporto hasta Estocolmo en un buen pedazo de salmón con eneldo.