jueves

Mujer Canosa

Me gustaría saber de donde viene la frase “echarse una cana al aire”. La escuché de niña y siempre supuse que se les atribuía a los hombres casados que después de años de relaciones formales se encontraban con que la secretaria o la mesera de su bar favorito podrían sacudirles el polvo del matrimonio. Una infidelidad de fin de semana con alguien con quien no se llegaba a una relación amorosa ni profunda.

Pero yo encontré que las canas al aire no sólo se las echan los hombres casados y mayores, sino también las mujeres casadas, comprometidas, jóvenes y solteras. Yo por ejemplo, tengo ganas de una cana al aire que abunde mi peluca gris que se mueve a los cuatro vientos.

Tengo ganas de encontrar en el lugar menos esperado al que sea el menos esperado. Un desconocido o un conocido con pocas referencias. Tengo ganas de verlo primero de lejos, de cruzar miradas un poco más de cerca, de lograr hablarle no más de cinco minutos sólo para saber si puede ser la cana que quiero echarme al aire. Tengo ganas de coquetearle por primera vez a alguien.

Tengo ganas de hablar con la certeza de que será mi noche, de verlo a los ojos para dárselo a saber: tú y yo vamos a acostarnos hoy. Y teniendo esa certeza dirigir lo que sucede, lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace.

Y si todo sale bien y el coqueteo calienta, entonces irnos a su casa o a la mía (o a un cuarto de hotel de cuarta) y dejar al aire los cuerpos después de haberlos acercado, restregado, empalmado, sudado y retorcido juntos. Y después que me deje ir, o que se vaya él, dejando la mitad de la cama vacía, y que no me deje su número de teléfono ni me pida mi correo electrónico.

Que no deje ninguna posibilidad de un segundo encuentro porque entonces no sería cana. Que deje el sabor en la piel y el olor en las sábanas y el recuerdo del efímero nosotros. No más.

Una cana que me llene el hueco de ganas que tengo. Que saque la energía que tengo guardada para los desconocidos que me desconocen. Esa energía que sale cuando sé que estoy con quien no debo, a quien no quiero, al que no espero. Que libere esa energía que sale como un torrente abrumador con ruido aturdidor.

Eso me provoca una cana al aire.

Y para eso son las canas al aire: para re-nacer, para re-vivir, para re-gocijarse y para volver a la vida sintiendo que algo nuevo acaba de pasar. Son sanas, saludables y recomendables las canas, por eso las echamos al aire sin remordimiento, sin culpa.

Y entonces tengo ganas de una de esas canas: como la rusa, la griega, la vasca, la italiana, la gringa, la árabe…y el etcétera que me tiñen metafóricamente el cabello de gris. Sin temor lo digo: echármelas me ha ayudado a recuperarme más de una vez, me ha devuelto al mundo cuando más lo necesitaba.

Yo ya no voy a terapias, yo mejor me echo canas al aire.

Soy una mujer canosa de oscuro cabello...o sea soy una mujer ganosa.