viernes

Con los dedos de una mano

Fue la mañana siguiente de la primera noche que pasamos juntos. Cuando desperté sentí el alcohol en la cabeza y me costó mucho abrir los ojos. Cuando lo hice descubrí una pared que no me pareció familiar. ¿Otra vez Charla?



Voltee a ver quien estaba a mi lado y ahí estaba él. Dormía. Pensé en la noche anterior, en las botellas de vino y en la cena. Terminar así no estaba en mi plan. ¿Otra vez Charla?...Busqué un condón usado dejado por ahí. Al no encontrarlo lo desperté escandalizada.


¿Qué carajos hicimos? Estábamos desnudos y la ropa tirada por toda la recámara como en las escenas de películas que anuncian lo que ya sucedió pero no vimos. Me contestó muy tranquilo que no habíamos hecho nada. Con la cantidad de vino que habíamos ingerido apenas nos podíamos mantener de pie. Le creí. Pero yo tenía una imagen de mi misma con su pene en mi boca que no me podía quitar de la cabeza. No mencioné el recuerdo.


Tomé mi ropa para empezar a vestirme pero no me dejó. Me acercó a él y empezó a besarme. Le dije que tenía que enjuagarme la boca “me huele a Carmenere añejado en tanque de acero oxidado”. Él hizo lo mismo. A pesar de todo, la cabeza no me torturaba con un dolor imposible. Me dijo que el vino que habíamos bebido la noche anterior era uno muy bueno. Si, pero fueron cinco botellas, le espeté en la cara al verlas vacías sobre la mesa.

Aún así mi cuerpo atormentado reclamaba el exceso de alcohol. Me empezó a besar con lentitud y yo sentí esa reacción reconocible que empieza en las terminaciones nerviosas de la lengua y recorre todo el cuerpo para activar los nervios de la vagina. Me gustó su lengua y me gustaron sus labios. Pensé en los años que llevábamos siendo amigos y en los que jamás hubo ni siquiera una mirada de coqueteo (Lo que provoca el acercamiento, el olor a alcohol y una cama cercana!!).

Regresamos a la cama y empezó a acariciarme, uso sus manos y su lengua por todas partes. Cuando podía yo sostenía su pene y le hacía lentos movimientos con la mano derecha. Me humedecí los dedos con saliva para mojarle el glande. Sentí inmediatamente su reacción. Una vez con sus dedos en medio de mis piernas hizo todo lo que pudo con ellos. Rozó lentamente la zona, desde el bajo vientre hasta el ano. Lo hacía con la punta de los dedos, suavemente, para sorpresivamente, por un instante, meterme y sacarme un dedo o dos con más fuerza. Lo hizo varias veces. Después bajó su cabeza y con la lengua me entretuvo como si estuviera buscando todas las terminaciones nerviosas que los clítoris tienen.

No sé si las encontró todas pero estoy segura de que encontró bastantes. Después volvió la mano, o para ser más especifica volvieron los dedos. Entró uno, entraron dos, un tercero acariciaba el camino que se recorre entre la vagina y el ano. Como si hubiera tomado clases con Masters y Johnson, buscaba dentro de la vagina los pequeños espacios húmedos que estimulados en su conjunto provocan espasmos de placer.


Me pidió que me masturbara frente a él. Una petición que no me sorprendió. Se podría pensar que a los hombres nos les gusta que nos demos placer sin ellos, pero hay unos cuya fantasía única es ver a las mujeres con sus propias manos entre las piernas….a esa solicitud nunca digo no.

Me voltee para acostarme sobre mi estómago y masturbarme boca abajo, así él podría acariciarme las nalgas, meterme el dedo en el ano y recorrer sus alrededores. Tuve un orgasmo. Seguí. Pero cuando sentí que necesitaba algo más ancho que dos dedos juntos le pedí que me penetrara. En ese momento el erecto pene que se levantaba de entre sus piernas languideció.


Volvieron la lengua, los dedos, los dedos y la lengua otra vez a la vagina. No me quejé. En la posición en la que me encontraba su sexo me quedaba lejano. Pensé en metérmelo en la boca. Mientras él se entretenía en mi vagina con paciencia de alfarero detallando una pieza de barro húmedo, yo veía como su pene iba otra vez creciendo en tamaño y tomando una forma adecuada que invitaba a su pronta posesión. Sin embargo él no parecía tener interés en dejar mi vagina por un rato.



Cuando finalmente me decidí a pedirle que terminara de una buena vez con esto…(oye es lunes, yo tengo que trabajar, que tanto dedo, que tanta lengua, “que tanto lames y tocas, me vas a secar!” ya llevamos así media mañana, de qué se trata todo esto, ¿qué sorpresa me tienes? ¿un vibrador?). Bueno no se lo dije así en ese tono, pero en uno más tranquilo o con palabras más solicitas: “¿porqué no me LA metes ya?”, fue la frase completa. (LA, porque erecta y firme es femenino lo que relajado y flácido es masculino).



Se retiró del centro. Me miró como si yo fuera una adolescente suplicando que me contara una historia increíble. Entonces me contó una historia increíble, o al menos en ese momento, lo fue.


Me dijo que no podía. Para él la excitación venía de oler y tocar, que sólo así se podía venir. Si yo lo masturbaba sería una ayuda. Me dijo que al querer penetrarme se le ablandaría el miembro, que pocas veces lo lograba y que generalmente nunca terminaba. Le ofrecí mi boca. Tampoco funcionaría porque él prefería las manos: “por eso me gusta ver cuando una mujer se masturba, las manos ahí en su centro, los dedos dentro, el movimiento, la búsqueda, el tacto”. Me dijo que no siempre fue así pero en los últimos años así ha sido. O sea una rareza.

No se si hay una fobia a penetrar vaginas o una filia por tocarlas y lamerlas, pero algo parecido es lo que él tenía. Pensé que sería un buen caso para un sexólogo, un psicólogo y un terapeuta sexual. Todos juntos.

Pero una vez entendida "la condición" no me quedó otra que colaborar. El final llegó tal como le llegaban a él los finales. Con el pene entre mis manos y sus manos y lengua entre mi vagina y ano. Me regó los senos con su semen, que era abundante, como el que deja todo ahí satisfecho y saciado.

Dudé en volver a verle. Sin embargo no tardé en visitarlo nuevamente.

Algunos hombres son egoístas con los dedos y la lengua, los usan un poco para excitar y después se olvidan de ellos. Para él -sin embargo- lo era todo, sus dedos y su lengua eran su miembro, su fuente de placer, de inspiración, de locura absoluta. Otro tipo de sexo que al final incurría en menos riesgos. Recordé el sexo oral que me han quedando debiendo y pensé en recuperarlo.

No tardé mucho en valorarlo, prescindiendo del pene en mi vagina, logrando orgasmos de otro tipo y apreciando la paciencia y el tiempo que este hombre dedicaba a complacerme …así, con los dedos de una mano.