martes

Sexo en tiempos de revolución


Hora: Muy temprano por la mañana.
Lugar: El Puerto de Oakland.
Fecha: 12.12.2011

El frío del amanecer azotaba.

Mientras muchos mexicanos cantaban La Guadalupana, otra gente estaba a lo largo de la costa oeste de California tratando de cerrar los puertos desde San Diego hasta Seattle. Los entusiastas participantes tomaban parte de una acción organizada por el movimiento Occupy Wall Street para manifestar el rechazo a un sistema en crisis que, según los presentes, ya debería de reventar. PUM!

Entonces ahí fue. A las 7 de la mañana recibí un mensaje a un celular ajeno. “¿Estás aquí? Estoy en la puerta 55-56”. Busqué el número de la puerta. De entre tantas que hay en ese enorme puerto yo estaba justamente en esa: “También aquí, presente”.

Destino.

Hora: 7.30 pm.
Lugar: Centro de San Francisco
Fecha: 12.12.2011

Yo caminaba rumbo a un hotel con una habitación reservada para dos personas cuando lo vi pasar a un lado de mí. Iba a mi encuentro. Iba también hablando por teléfono, cargando una mochila llena de periódicos y cárteles. Él no me vio. Dejé que avanzará solo para después acercarme y rozar su mano. "Te vas a aparecer siempre en una calle".

Destino.

Lo dejé atrás para que hablara. Sonaba emocionado. Los eventos del día nos dejaron a todos de buen ánimo. E-s-p-o-s-i-b-l-e.

Hora: Temprano por la mañana.
Lugar: El Puerto de Oakland.
Fecha: 12.12.2011

Pasaron cinco segundos antes de verlo. Estaba a unos metros de distancia. Entre él y yo había un grupo de gente dando vueltas, gritando consignas, levantando pancartas, generando energía y calor. Vi cómo sacaba su celular para leer mi respuesta. Vi cómo instintivamente me buscó. Vi cómo nuestros ojos se encontraron. Vi cómo le ofrecí mi más enorme sonrisa. “Estamos juntos en esto”, le dije con la mirada.

Todo se movía. Yo me movía, él se movía  y la gente a nuestro alrededor se movía. Se acercó. Un abrazo, un beso cálido. El update. Después a lo nuestro. Él a realizar su trabajo para enviarlo al periódico en NYC. Yo a incorporarme –con la voz y el cuerpo- a la gente que organizada seguía en el círculo de la inconformidad. Música, consignas, pancartas, baile y registro del evento. Cámaras y micrófonos. Todos queríamos documentar lo que estaba pasando, lo que nos estaba pasando.

Hora: 7.40 pm.
Lugar: Centro de San Francisco
Fecha: 12.12.2011

Me alcanzó frente a la puerta de un bar para él conocido. Me abrazó y me besó. Entramos a tomar una cerveza. Indian Pale Ale para mi. En un sitio acogedor, sentados frente a la barra, hablamos del día, de la tarde, de lo que sucedió, del capitalismo, del movimiento, de la represión, de lo que sigue, del futuro, del mundo, de todo lo que tenemos que cambiar.

Y sus ojos brillaban y los míos también. Éramos un espejo, “¿te das cuenta?”…

Salimos de ahí al cuarto de un hotel que ya nos quedaba cerca.

Hora: Media mañana.
Lugar: El Puerto de Oakland.
Fecha: 12.12.2011

La policía nacional presenciaba nuestro ritual. Llegaron más Robocops a amenazar a la gente cuyas únicas armas eran las palabras y la esperanza. Uniformados y formados como ejército esperaban la provocación. Frente a ellos estábamos las mujeres, los hombres, los jóvenes, los niños, los gays, las queers y lesbianas de distintas apariencias representando parte de un 99% que ya siente cercano un futuro cancelado. Los enviados guardaban compostura mientras se contenían para perderla –con ira- en el primer incidente. Parados en fila resguardando la propiedad federal, acumulaban la represión que fueron entrenados a repartir.

Pero nosotros, decenas de personas encabronadas por todo lo que nos están haciendo, estábamos en la vía pública, un límite espacial que nos defendía.

Y él ahí cercano. Y yo ahí cercana a él. Juntos. Compartiendo el sentimiento, la idea, la necesidad, el sueño.

Hora: 8.00 pm.
Lugar: Centro de San Francisco
Fecha: 12.12.2011

Llegamos a un hotel en Sutter Str. No habíamos terminado de entrar al cuarto y dejar nuestras cosas cuando los cuerpos desobedientes se buscaron. Habían pasado 19 días desde la tarde de Brooklyn, los suficientes para que yo estuviera lista para recibirlo.

(Re)-conocimos cuerpos, pieles, olores y sabores. Su cuerpo de exquisita consistencia. Su decidido pene de forma y textura particulares me hablaba. Me decía de las ganas que de mi tenía. Lo sentía con energía acumulada. Pensé en hablarle yo de las noches anteriores, las que pasé con las manos en la entrepierna diciendo su mágico nombre e intentando recordar su olor.

Manos y lenguas que tocaron y pasaron por esos cuerpos. Sentí su fuerza adentro, sentí su furia afuera. Lo sentía sin verlo, cuando él embestía mientras veía de mi la espalda tatuada. Venía. Lo sentía de frente y de lado como si siguiera manifestándose contra el sistema. Venía. La energía de una protesta en la cama. Como si nuestra manifestación no hubiera terminado. Venía.

Hora: Casi medio día.
Lugar: El Puerto de Oakland.
Fecha: 12.12.2011

Unas horas después la policía se retiró dejándonos a todos la sensación de alivio. A pesar de que en otros puertos si habían dejado salir sus demonios, a nosotros en Oakland algo nos defendió.

Un rato más tarde el puerto fue declarado cerrado. El pequeño triunfo. La pequeña toma de un sitio nuestro: “Who’s port? Our port!”. Se organizó una marcha de regreso al punto de partida. La gente se preparó para seguir organizando las acciones de esa tarde.

Caminábamos en grupos de forma desordenada, caótica pero con un espíritu compartido. We made it!. Sentí una mano que tomaba la mía. Nos acercamos mucho, en cuerpo y ánimo. Así caminamos, sonreímos, hablamos y compartimos haber participado de esa mañana. Una hazaña también nuestra.

Hora: 9.30 pm.
Lugar: Centro de San Francisco
Fecha: 12.12.2011

Y siguieron esas conversaciones importantes. De las que tuvimos desde que nos conocimos en la costa este.  De esas conversaciones que conectan a dos personas de un modo muy especial sobre todo si están desnudas en una cama. Solos en un cuarto ajeno en donde lo único que pueden sentir cercano -¿y suyo?- es a la persona que tienen a un lado.

“¿Se han dado cuenta aquí, los gringos, de lo que nos está haciendo su gobierno?  ¿Saben que este responde a los cabrones intereses que empresas, industrias y particulares millonarios tienen sobre el petróleo, la tierra y nuestros recursos naturales? ¿Porqué puede ser para mi tan importante lo que les pase a ustedes? Muy sencillo, si truena aquí, nos truena allá. Necesitamos reventarlos para reventarnos.”

Hora: 4.00 pm.
Lugar: Centro de Oakland
Fecha: 12.12.2011

Llegaron miles a la reunión en el centro. Decidieron marchar y volver al puerto a cancelar las actividades del turno vespertino. Los detenidos por la policía en otros puertos promovieron el sentimiento de rebeldía. En Oakland la gente decidió ocupar acampando. Una enorme manifestación partió a cerrar las puertas. Música, baile, consignas, pancartas. La fiesta de la rebelión llegó para quedarse y joder el día completo al comercio en barco. Un granito de arena frente al turbio mar de un sistema que nos quiere ahogar.

Hora: 11.00 pm.
Lugar: Centro de San Francisco
Fecha: 12.12.2011

Hablamos de muchas cosas. Las respuestas y lo que nos toca cambiar para que esto funcione empiezan por aquí. Se lo dije tocándole el pene. La revolución tiene que ver hasta con nuestra manera de tener sexo, de relacionarnos con nuestros cuerpos y de entender la igualdad en todos los aspectos de las mujeres y los hombres. La revolución tiene que ser un proceso liberador.

Veíamos en una transmisión en vivo lo que seguía sucediendo en el puerto. La gente que decidió acampar fue desalojada por la noche. No obstante el ánimo no bajó. Nuevas acciones se iban a organizar. El tema nos mantenía atentos a eso sin dejar de sentirnos. Su teléfono sonaba y yo revisaba notas de periódico. De esas que casi siempre terminan provocando en mi una reacción de indignación.

Hablamos de cuestionar, tronar, reventar un sistema, patriarcal, machista, explotador, enajenante, deshumanizado, fanático, contradictorio. Hablamos de entender que este sistema tiene a la mayor parte de la gente frustrada, infeliz e inconforme. Que es un sistema que se sostiene de discursos dominantes  y retrogrados que subestiman y ultrajan a las mujeres, a las minorías étnicas, a la infancia, a los migrantes y a otras opciones sexuales.

Ese día que ocupamos el puerto nos permitió hablar(nos) y ver(nos). La tarde de Brooklyn se repitió por horas durante dos noches y sus respectivas mañanas. Cuando no estuvimos en la cama, paseamos tomados de la mano por las calles de San Francisco hablando de nuestras propias rebeliones cotidianas. Las que debemos continuar –cada quien desde su trinchera y en su lugar- para encontrarnos en el camino. Los eventos que sacuden nuestra conciencia nos están llevando a discutir cosas que se relacionan a nosotros mismos. Todo está conectado. “¿Me explico?”.

“¿Nosotros? O ¿nos-otros? ¿Porqué no empezamos cambiando la manera en la que nos relacionamos? ¿promoviendo otras opciones sin que tengamos que terminar separándonos y dejando casas y cosas? ¿porqué no asumimos nuestra naturaleza sin ofender con nuestras acciones a la gente que amamos? ¿porqué no comprometerse con honestidad en una o varias relaciones de inmenso amor y respeto? Si en lugar de querer tener una relación a distancia prometiendo una fidelidad que no va a suceder, ¿porqué no nos comprometemos a amarnos, cuidarnos y a estar no estando? ¿y si mejor intentamos vernos de vez en cuando, pasarla bien, amarnos infinitamente, coger hasta el desmayo y contar con una amistad eterna? Este también sería un complot contra estos cabrones. Seamos cómplices”.

El sexo en tiempos de revolución debe crear los márgenes para disfrutar otro tipo de intimidad, una en donde se sueña despierto, se construyen ideas y se le da su espacio a la imaginación. El sexo en estos tiempos debería de ser un encuentro frecuente que desate una energía renovadora para proponer nuevos arreglos sociales entre nosotros –hombres y mujeres- que estamos ciertos de que necesitamos terminar con las convenciones sociales que no nos permiten ser felices. El sexo en tiempos de revolución debe generar ideas, formas, prácticas y discursos nuevos que creen una nueva manera de relacionarnos, vernos, entendernos y sobre todo amarnos.