Hace mucho tiempo que estoy escribiendo en este blog sobre restaurantes y
tendencias de comida en Baja California. He dedicado algunas entradas para
recomendar lugares y sabores de esta parte de México que ya se erige como un
destino culinario por si mismo.
Desde
principios del siglo XX en la zona de Real del Castillo (poblado localizado a
40 kms. de Ensenada) se recreó la actividad –que devino tradición- de la
elaboración de dicho lácteo. El señor Pedro Ramonetti llegado de la parte italiana de
Suiza inició su empresa en 1911 en plena declaración de la revolución mexicana.
Se ve que en esas partes del norte poco impactó el plan de San Luis. La
comunidad migrante tenía por política la de la sobrevivencia. Hicieron bien. Finalmente vimos que la revolución poco hizo por este país. Y ahora tenemos a un descendiente de Pedro haciéndose cargo de una fabrica y una cava
subterránea de quesos (la única de América Latina) que se prestan para ser el escenario
de un día de ensueño en un lugar que está prácticamente en el medio de la nada.
Marcelo
Ramonetti, el bisnieto de Pedro, le apostó a la distancia. Digo, porque para cualquiera que no viva en
Ensenada llegar a la Cava de quesos es un viaje. Nosotros, un grupo de ocho
tijuanenses trasnochados con dos niños y una niña, hicimos un recorrido que inició pasado el medio día. De muy mal humor pensé que
no nos tocaría la puesta de sol. Pero justo llegamos para eso.
Después
pasamos a una sala pequeña a probar una mantequilla maravillosa y un ricota (estilo mexicano) que le pedía poco a la que probé tantas veces en Italia. Entonces
si, ya entrada la noche, pasamos a la prometida degustación de quesos. Bajamos
a la cava -no sin antes ver las fotografías de la familia Ramonetti expuestas
en el vestíbulo- construida entre 2006 y 2008 en donde se pueden almacenar
hasta 10 mil piezas de queso.
Después
llegó el menú. Entonces decidimos compartir algunas entradas: carpaccio de marlín, hongo
ramonetti (portobello a las brasas), quesadillas con queso de la casa y
ostiones (con queso de la casa y espinacas a las brasas). Nadie se arrepintió
de haber esperado tanto.
Todo
estaba riquísimo, pero los ostiones se llevaron la noche con ese sabor a leña
que da un toque tan particular a la comida. Después nos decidimos por los
platos fuertes.
Hubo quienes compartieron un corte de carne que se veía glorioso, una amiga vegetariana pidió una pasta con quesos, alguien pidió la torta de pato, pero nuestro amigo maño -pidió para él solo- y una cómplice y yo pedimos -para compartir- el plato de cordero con salsa de tomate dulce y papas. Absolutamente celestial. Carne suave, cocinada en término medio que se deshacía en la boca-. Creo que fue el único momento del día en que estuvimos en silencio por algunos segundos, disfrutando de los sabores acompañados por un par de botellas de vino que pudimos descorchar in situ.
Salimos
del restaurante por nuestro propio peso y porque el camino era largo. Se hacía
tarde. Pero no desaprovechamos la oportunidad para comprar mantequilla, ricota
y algunos quesos.
Después
de las 8 de la noche regresamos en caravana de autos. Todos complacidos por la
experiencia. Aún cuando nos encontramos aquí en Tijuana seguimos hablando del día que fuimos a la Cava de Marcelo y la recomendamos -todos- ampliamente.
Salir de la ciudad, tomar una carretera de paisaje singular y
llegar al medio de la nada a un paraíso culinario que recuerda la tradición y parte de nuestra historia es una experiencia que
quienes viven cercanos deberían de tener y quienes vienen de paso deben de
conocer.
La próxima vez que quieran escapar a ver, oler y comer bien tomen la carretera a Ojos Negros, ese lugar que tiene un pequeño tesoro regional escondido.
La
Cava de Marcelo
Carretera Ensenada-San Felipe, Km. 43
Abierto Sábado y Domingo de 1pm a 6pm
Recorrido con degustación de
quesos y una copa de vino 120 pesos (adultos)
http://lacavademarcelo.com.mx/