miércoles

Los hombres jóvenes

A mis años los hombres jóvenes me despiertan curiosidad y me inducen calentura. No todos es verdad, pero no puedo negar que me llaman más la atención los chamacos que los atractivos hombres maduros con canas en las sienes.

Recuerdo a los hombres jóvenes que conocí cuando tenía mis 20. Su olor del día, su aliento fresco, incluso por la mañana, su textura de piel, su cara lisa, su cabello abundante, la eterna energía.

Yo los miro por la calle y los observo. Su caminar, su manera de vestir, su comportamiento y su manera de hablar son distintas a las que tienen los hombres con los que ahora me relaciono. No quiero entablar una relación sentimental con un hombre joven, pero desde que cumplí los 30 los chicos se convirtieron en un antojo que lamentablemente me he cumplido pocas veces.

A pesar de las ventajas que una mujer a mi edad representa (ya pasamos por todo, no queremos compromisos con chicos, pero tenemos experiencia y ganas de compartirla) a los hombres jóvenes las treintañeras, como yo, no les interesamos especialmente. Tristemente lo he comprobado.

Ellos por el contrario, van por el mundo con sus jeans, sus cortes de cabello atrevidos, sus playeras con diseños modernos y sus tenis, atrayendo mis miradas y en ocasiones hasta sacándome un suspiro.

En una ocasión que esperaba sola a unos amigos en la barra de un bar, se acercó uno de estos especímenes de no más de 23 años. Platicamos un rato y hasta me ofreció una copa de vino. Después de coquetearnos por minutos y de hablar un poco de nosotros mismos caímos en cuenta de que él era amigo de mi hermano menor. Después de decir "ah! tu eres la hermana que está casada con un alemán y que vive en Berlín", el amigo de mi hermano se disculpó diciendo que iba al baño y, por supuesto, no regresó. Un pena porque el chamaco estaba de diez.

Cuando he logrado hablar con alguno de ellos reconozco su idealismo juvenil, su punk-roquismo inherente, sus ganas de cambiar el status quo, de combatir al mal gobierno, de apoyar causas nobles, de resistir el imperialismo, de subvertir las normas, de dar el rol por el mundo y de comérselo completo. Todos quieren hacer un largo viaje, tener una banda de música, ser artistas visuales o activistas políticos.

En un viaje un joven de estos y yo compartíamos el mismo vagón del tren. Contrario al resto de los viajeros no hablabamos árabe por lo que hablamos en inglés por horas. Yo le veía los labios y tuve la certeza de que él veía los míos. Estaba segura de que al llegar a nuestro destino podríamos pasar un buen tiempo juntos, porque viajábamos solos en ese país de desierto y mar, hasta que me preguntó si aún no me arrepentía de los tatuajes que tengo, "because my mother regrets about hers". Creo que al llegar a la estación de trenes ni me despedí de él.

En las pocas ocasiones que he logrado que se interesen por mí los hombres jóvenes no pueden ocultar la inexperiencia, la falta de madurez y la precosidad. No pueden ser directos porque no saben cómo y, aunque yo no escondo mis intenciones, prefieren pasar por el ritual del "let's met each other" para no verse tan atrevidos, aunque después en cuanto planten el primer beso ya se estén quitando los pantalones.

El faje no funciona porque los pobres se ponen como calentones de agua que la hierven en cuestión de segundos. Así que más vale enterarse de algo y aprovecharse porque si no una se queda a medias.

La última vez que estuve con un joven que era 8 o 9 años menor que yo me sucedió eso. El antecedente, que daba la impresión de que lo que venía podría ser bueno, duró unos diez minutos, mientras que el acto duró tres!!! No muy bien me había penetrado cuando me dijo que terminaría. Me dieron ganas de aventarlo por la ventana.

Yo no recuerdo si así era el sexo cuando tenía los 20 (años, que no hombres). Pero si así fue estoy segura de que no consideré la eyaculación precoz una desventaja porque si no me hubiera saltado unos diez años para probar a los treintañeros.

Sin embargo y a pesar de todo esto sigo viendo y deseando a algunos hombres jóvenes que veo por la calle: como si fueran el postre prohibido en una dieta, la copa de vino que está de más, la taza de café que no debería tomar por la tarde, el cigarro número diez del día.

En fin, que los hombres jóvenes son mi tentación por momentos. No sé si es porque su condición de jóvenes me recuerda que yo tuve su edad o porque me recuerda que jamás la volveré a tener. O son solamente una más de las nuevas perversiones de la edad.